jueves, diciembre 30, 2004


Mi talón de Aquiles, son tus mareas. Con estos juicios en que las palabras hieren más que cuchillos me quedo inmóvil incapaz de celebrar las cosas buenas, incapaz de respirar el alivio, incapaz de pensar en otra cosa que no sea volver. Volver a los primeros minutos de este día, a la ausencia de este corazón estrujado y egocéntrico. Es así, sencillamente no puedo contigo y mucho menos sin ti.
Posted by Hello

lunes, diciembre 27, 2004

463 kilos



Hoy en medio de la compleja lectura de una enredosa tesis, me llama Ulises.
Que requiere de mi apoyo, lo más pronto posible. Pero nada de apoyos morales sino que de mi apoyo físico para mover un tambor de fierro gigante que su suegro ha dejado en el patio de su casa, como recuerdo de sus días de minero emprendedor.
Así que tras almorzar con mi mujer, hacer unas llamadas y escribir unos correos. Ya superada la prueba de la tesis, hechas las anotaciones y cambiado de ropa. Esperé que el amigote pasara por mí.
Reconozco que me fui de espalda al ver la mole de fierro.
Tras gastar unas pocas neuronas en solucionar la sacada del fierramen, dimos uso a nuesras menguadas musculaturas para montar 215 kgs, de metal en la parte trasera de la Hilux de mi amigo. No fue fácil, tuvimos que pedir ayuda a un vecino comedido, romper dos listones de pino y llenarnos de óxido para que finalmente la cosa reposara en paz sobre la camioneta.
No conforme con esto, elevamos sobre nuestras cabezas otro armatoste de 57 kgs al cual apuntalamos con 193 kgs de chatarra oxidada. Pernos de construcción, canaletas, fierros varios y latas pasaron por mis torpes manos de docente y diseñador.
El material fue depositado en una barraca donde se pesó minuciosamente la carga. Se obtuvo algún dinero y mi amigo vivió el enorme alivio de ver liberados varios metros cuadrados de su casa gracias a nuestras neandertalescas fuerzas.
El resultado son unas manos agrietadas, ropas anaranjada de óxido y un ligero dolor de espalda. Pero un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer.

viernes, diciembre 24, 2004

Navidad Caliente

Esta vez Rudolf y su nariz roja, tendrá roja su nariz por exceso de rayos ultravioleta. Santa Claus, alias el Viejito Pascuero se vistió de lino y algodón, colores claros. La nieve derretida apaga incendios forestales.
Navidad en Chile
En el Sur del Sur
Y hace calor
Ahora CLIC acá

viernes, diciembre 17, 2004

Verano en el Valle

¿No te pasa que el calor llega como una película quemada?, ¿que los personajes pasan en cámara lenta y tu pareces estar en otra dimensión, detrás de una ventana, en tu propia sala de cine sin ventiladores ni aire acondicionado que te resguarden de la alucinación cotidiana?.
Tras manejar mucho este día viernes el auto venía tatuado en mi camisa a rayas, en mis pantalones claros, una especie de trance entre la pena y la esperanza, un momentáneo estado de lucidez me alcanzó hurgueteando el paquete de cedés entre un semáforo y otro Alameda abajo. La mano eligió a Radiohead con su Amnesiac y de pronto la Alameda fue, entre micros y taxis, entre autos calientes y el sol opaco de este viernes prenavideño, una especie de clip, la perfecta sensación de un verano capitalino, lento, triste y calurosísimo.
Hace muchos años sentí lo mismo con Piazzola y su Verano Porteño, una sensación de lentitud y de ojos fotofóbicos, como si el sol fuera una red de fierro negro sobre los caminantes de las veredas amarillas de las cuatro y media. En mi auto sin aire acondicionado y de ventanillas abajo me sentí ajeno, abstracto, como si de pronto algo en mí empezara a ver mejor, a entender.
Imposible traducir las imágenes del centro, sus pacos, sus lanzas, las caras de punga, las caras de nada, las minas mostrando guata, los minos de anteojos negros. Imposible repetir la superposición en el recuerdo de mi pasada por el Jumbo de Bilbao, fresco y navideño, lleno de abuelas de canas blancas y de chicas recién salidas del Peugeot 2005, de chicos tranquilos, entusiastas y confiados, entre los que yo era un fantasma apurado. El mismo que en Alameda con Ejercito recibe las chuchadas de un chofer de camioneta de reparto. Yo me rio. Mais, à part ça, Madame la Marquise. Tout va très bien, tout va très bien. Le imito a Cortázar. Entro al estacionamiento aun en estado de gracia, epifánico y ya un poco convencido.

miércoles, diciembre 15, 2004

Hace unos días



A veces no es sólo un asunto de desahogo, a veces es más que eso. Por desahogarme hablo con mi mujer o me pago una terapia. Sentir que es más que eso es una puntada en el corazón y en las tripas.
Hay quien ama la incertidumbre. Yo la veo amenazante inmiscuirse en mi matrimonio, en mi paternidad, en mi futuro, en mis capacidades, en mi presupuesto, en el bienestar de la gente que más quiero y me da puntadas, me da calambres, jaqueca y dolor de huesos no saber qué hacer, no saber de qué modo debo reinventar un futuro por los que más amo. Un futuro en que yo mismo a veces ni siquiera cuento, en que lo que deseo, lo que busco no es para mí, en que asumo que si sacrifico mi comodidad y mi tendencia a no hacer absolutamente nada no es por hedonismo, ni por confirmar el modelo, ni por justificarlo. Lisa y llanamente es porque si hay algo en mi que vale la pena, ese algo hay que quemarlo hasta la ceniza a fin de que haya siquiera un poco de lumbre, entonces -me digo- si es necesario que mis huesos floten en el aire para que se abra camino en la noche que así sea.
Amén y Amén.
Por eso, esta nada me consume y me infla, me hace sentir menos que nada, menos que cero, esta quietud pastoral en que debiera estar enclaustrado rezándole a los santos me carcome.
Cada hombre necesita una misión.
Yo necesito aligerar la mochila de los que me rodean. Pero la mala costumbre de conformar círculos viciosos, de montar serpientes que se muerden la cola abruma mis pensamientos, como si un temporal agitara las olas y empolvara el desierto.
Ese temporal soy yo.
Yo:
este cuerpo de 90 kilos,
esta cara que me acompaña
y envejece conmigo,
estos ojos miopes,
este dolor de cabeza, esta nausea.
No es sólo desahogo,
es una oración de dientes apretados
a un Dios al que hace rato no consigo decodificar sus señales

De "Caldos de Cabeza, 2004"


lunes, diciembre 13, 2004

I Wish

Ni siquiera he estado en blanco, más bien me han perseguido los demonios de la realidad. Esos que me acompañan con su discurso permanente, haz esto, anda a, pregúntale a, paga, ve, dile, come, caga, coge, mea, pedorrea, duerme, olvida, olvida, olvida y recuerda.
En medio de esas fantasmagorias el deseo mañoso circula sin lograr resolverse en medio de este stress prenavideño de fin de semestre, de esta especie de impotencia llena de papeles y de tareas agobiantes. El cuerpo desde abajo con un cosquilleo se acuerda de los trucos de Eros, de la historias imposible de las pasiones subyugadas por el discurso permanente de los fantasmas de la realidad. Pero que más da. El cuerpo desde abajo no sólo olvida. El cuerpo desde abajo se habitúa a ese ogro lagañoso que bosteza en camiseta con hoyos que lo ocupa y habita. El animal de costumbres ya no quiere. Sólo acurrucarse. Hacer un gesto de hastío con la mano. Eructar frente a Eros, cagarse en la puta madre de Venus.