lunes, julio 31, 2006

la mala poesía

I
Hoy siento.
Aunque eso ya es suficiente, creo, al creer
Con mi cabeza, creer
Que siento
Como los años fluyen llenos de palabras
Como las palabras fluyen mentirosas
Ladinas, pero siempre muy ellas
Por todo este cuerpo
Por estos huesos, esta grasa
Estos músculos
Los siento desvergonzadamente
Tímidos, los años, fotograma a fotograma
Rodeados de amables fantasmas y delirios
Secretos
Me río al no reconocer, año a año
A este menos niño, menos joven, menos ligero
Pero al mismo tiempo
Tan lejanamente parecido a un recuerdo
De alguien que pensaba, detenido, inmóvil
Engrillado a las palabras y las explicaciones
Explicándose vanamente, aburridamente
Porqué se sienten, porqué siento
Todas las estúpidas cosas que se sienten

II

Un verdadero tajo entre edificios
El paisaje bucólicamente urbano
Placidez burguesa agria, fané
El cerro de fondo
Modelos del año, departamentos piloto
Una moneíta jefe
Blindado enfrento este cielo opaco
Este frío de Eliodoro Yáñez
Día sábado en Esso On the Run
Como un murmullo sin contenido
Contenido
Blindado
Providencia la burguesa venida a menos
La llena de oficinas y departamentos
De pubs y restaurantes
De a poco los flaites te contaminan
Y la puta huye, cincuenta lucas
La hora y media

III

No puedo llamarle música
A este zumbido sibilante, al murmullo trémolo
De autos, ventiladores, procesadores intel
Alumnos vespertinos y taconeo de pasillo
No tengo nombre para el latido módicamente
Lacerante que se ha apostado en mi garganta
Como perro al sol
No puedo llamar privilegio
A este ejercicio inútil, que solo me sirve
Como perro guardián
No tengo música este día, ni ganas
Solo las palabras, palabras, palabras
Haciendo lo suyo
Su música, que nadie pidió
Como perros presintiendo
El terremoto

sábado, julio 22, 2006

Bueno, ya que estamos aquí

Llevé el auto al mecánico. La ciega confianza que uno pone en ciertos oficios pelea naturalmente con la desconfianza que despiertan esos mismos oficios. Mi mujer y un abogado que trabaja con ella consideran a este señor como el "honesto". Y uno por ahí cree y acepta, por ejemplo, que los neumáticos hayan salido tal cantidad de plata, que el catalítico no tenía vuelta y que con los gases y los carburantes pasaba tal otra. Uno cree y punto. Es una decisión que mezcla guata y cabeza, no tengo ganas de desconfiar en un asunto en el que no se demasiado y que tampoco me despierta curiosidad ni pasión. Por eso hago malabares con tres cheques para no dejar el auto como está, con los frenos a la miseria, el afinamiento pasadísimo, los neumáticos que ya ni frenan y la revisión técnica vencida. Uno cree y asume.
Y luego pasa a otra cosa.
El laburo, por ejemplo, la pega. El trabajo periódico de proyectarse en lo que uno hace o de inventar soluciones donde sólo se vislumbra incertidumbre y oscuridad. Uno cree en si mismo y observa curioso como las cosas salen bien o mal, los vicios, las malas prácticas, lo que podría hacerse, lo que debiera hacerse, las ganas del resto por hacer o no las tareas.
Pero también ahí hay que pasar a otra cosa, por ejemplo, llegar al fin de semana y ser esposo, papá y amigo. Sin sentimientos de culpa por que el laburo, la pega, se meta con uno en cada rincón del día, porque muchas tareas no alcanzan a ser hechas a tiempo y así sonreir y ser esposo, papá y amigo debe negociar educadamente con las ganas de uno de andar impecablemente por la vida.
Aprender a decir que no.
Y pasa a otra cosa. Mirar más allá. Mirar mucho más allá. Muchísimo más allá.
¡¿Qué es esto que escribo?!
¿Quién es el que escribe?