lunes, agosto 27, 2007

Tutti Tudela

TUTTI: Acompáñenme, les voy a hacer unas fotocopias. Le voy a dar una tarjeta mía para que se la entregue al señor Suárez Vela. Tiene una plantación de lavanda inglesa pero ya no la explota. Se compró una bodega en Mendoza; el vino es mejor negocio. Igual le va a tener que pelear el precio porque es muy agarrado. Yo le conozco muy bien. Es mi ex - marido.
CARLOS: ¿Por qué le dicen Tutti?
TUTTI: No, no me dicen. Me llamo así. En Uruguay no tenemos nombres prohibidos. Como ustedes.
CARLOS: (Sonriendo). Yo tengo un amigo que le pusieron “Peñarol”.
TUTTI: ¡Ah! Yo soy Tutti porque a mi mamá le gustaba mucho la música clásica. Lo que más le gustaba, le enloquecía, eran los “tuttis” de las orquestas; cuando tocan todos al mismo tiempo y a todo trapo. Nací sin avisar y mi mamá estaba sola y se puso nerviosa cuando le preguntaron qué nombre me quería poner; le salió Tutti. Y después mi padre le quería matar pero ya estaba puesto. 
FERNANDO: Es muy simpático.
CARLOS: Le va muy bien.
TUTTI: Aunque la esencia de lavanda sea muy buena, siempre le conviene mezclarla con partes mínimas de otros aceites porque eso es lo que le da potencia. Tengo un libro de química industrial donde está todo muy bien explicado. Se lo puedo prestar, pero con la condición de que me lo devuelva porque no es mío. Es del Instituto.
FERNANDO: Muchas gracias. Tomo nota de lo que me sirve y se lo traigo. Y si hay algo que no entiendo, le pregunto. Creo que usted sabe mucho de perfumes.
TUTTI: Sí (sonriéndole), casi tanto como usted de mujeres. Con una sola mirada, muy discreta, me examinó de arriba abajo y creo que no le parecía nada mal lo que veía. ¿Me equivoco?
FERNANDO: Usted es muy sabia o mi mirada está perdiendo la discreción. Tal vez por que no esperaba encontrarme con nadie que despertara en mí un inequívoco sentimiento de lujuria.
TUTTI: Usted también es una presa que una mujer sin prejuicios estaría muy dispuesta a conquistar.
CARLOS: Si quieren sigo yo con las fotocopias y ustedes se van a tomar un café o algo.
TUTTI: A mí me quedan unos cuantos prejuicios. Este momento no debe pasar de ser un intercambio muy agradable de elogios eróticos. Puro coqueteo entre dos personas con mucha experiencia.
FERNANDO: Experiencia no implica conocimiento. Yo no sé nada de mujeres.
TUTTI: Esa es una mentira elegante. Un caballero no habla de ciertas cosas.
FERNANDO: Las pocas mujeres que conocí en mi vida las admiré, las observé, intenté descifrarlas. Nunca dejaron de ser un misterio, nunca dejaron de sorprenderme. (Tutti escucha muy atenta). Pero lo único importante es disfrutar de su presencia. Yo no me di cuenta enseguida pero…, un tiempito después aprendí a escucharlas, a valorar los silencios, las miradas; esos momentos en que parece que no pasa nada y pasa un mundo. Aprendí a respetar su intuición, su inteligencia y aprendí a amarlas.
TUTTI: Le quiero advertir que el nivel de mis defensas está bajando peligrosamente. No se pueden decir esas cosas así, como si nada.
CARLOS: Yo me voy. Espero en el coche.
FERNANDO: Llevo cuarenta años casado con la misma mujer y le soy fiel.
TUTTI: No soy chismosa. No es necesario que me mienta.
FERNANDO: No le estoy mintiendo. Nunca me obligué a serle fiel a mi mujer. No es una norma o pacto a respetar, no. Con Lily, con mi mujer, siempre dijimos que si alguien se cruza con alguno de los dos, mala suerte. Pero sin mentiras. Estamos juntos porque queremos, nadie nos obliga. Nos obliga a ser leales. Ninguna de las mujeres que conocí después de Lily, le puede ganar; no. Las miro, las puedo admirar. Me puede asombrar encontrarme con alguien como Tutti Tudela. Yo estoy abierto a lo que sea, a lo que pueda pasar…; pero no hay caso: Lily gana. Liliana gana siempre.
TUTTI: Tengo la sensación de que (con los ojos humedecidos, emocionados) cuando habla de mujeres…, está hablando de una sola mujer.
FERNANDO: Sí, puede que sí.
CARLOS: Debo advertirle, mi querida Tutti, que el discurso de mi amigo es una gran mentira magistralmente armada para seducir mujeres hermosas como usted.
TUTTI: Me gustaría mucho conocer a su mujer. Quiero dejar de ser discreta por una sola vez y contarle todo lo que usted me dijo. ¿Ella lo sabe?
FERNANDO: No, nunca se lo dije pero Lily, qué sé yo, nunca se le escapa nada.
TUTTI: ¡Dígaselo!
FERNANDO: No sé si puedo…Por ahí se lo escribo.
TUTTI: Eso también estaría bien. Pero hágalo pronto. Esa mujer no se merece que le hagan esperar tanto.

De Lugares Comunes
Adolfo Aristarain

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miércoles, agosto 22, 2007

Fragmento

Cuaderno de notas

El escritor escribe. Si alguien quiere aprender a escribir podrá llegar a ser una persona que escribe, pero nunca será un escritor. Según Raymond Chandler entonces, soy un escritor ya que escribo. Me faltaría saber si escribo bien y si tengo un estilo propio. El estilo no se busca, se tiene o no se tiene y no se sabe el por qué.
Nadie mejor que yo sabrá si escribo bien, vivo de eso, vivo de criticar y analizar lo que otros han escrito. Enseño literatura. El íntimo menosprecio que siento por mí mismo alimenta mi autocrítica. No me será necesario esperar la aprobación de algún editor, si esto que hoy comienzo resulta una basura o es solo mediocre, o no tiene la calidad que espero encontrar al leer obras ajenas y que siempre ha sido escasa. Este manuscrito entonces, nunca conocerá la elegancia del Garamond o la vulgaridad de cualquier otra tipografía. Lo leerá Lili, algún amigo, tal vez mi hijo. Con Lili me alcanza. Escribo por ella y para ella.
No sé si lo que nos pasa es una historia que valga la pena contar. No se si hay una historia o si esto será un diario o un cuaderno de notas. Sé que hay desorden, decepción, desconcierto. Hay un país que nos destruye, un mundo que nos expulsa, un asesino difuso que nos mata día a día sin que nos demos cuenta. No tengo una respuesta. Escribo desde el caos, en plena oscuridad.

Fragmento de la película: "Lugares Comunes"
Director: Adolfo Aristarain

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lunes, agosto 20, 2007

Crónica de un viaje relámpago

Tres y cuarto, nada que hacer sólo esperar sintiéndose un poco ridículo con esta tos de perro que me acosa y la ropa exagerada con que salí de casa. Pero estamos en el aeropuerto, observando esta perspectiva verdosa de asientos donde duermen japoneses y gentes con aspecto de viajeros. La tele que está sobre mi cabeza transmite música anodina, un video verdoso, hay algo de sol y bruma en el aeropuerto de Santiago. Era Eminem, qué se le va a hacer.
Pasa que uno a ratos se siente deseoso de establecer contactos. De no tener que estacionarse en el portátil para sentirse menos desconectado. Una chica japo pasa meneando una botella de agua mineral (hace calor aquí). Ahí va otra de Eminem.
Qué diablos.
Me está dando sueño y esta postal se termina como quien deja un tejido cortado a hilachas…
El aire acondicionado parece que sirve para algo y aparte de darme más tos, el aire se torna más vivible, el calor se me pasa pese a que siento las mejillas reventar de rojo tomate.
Me leo una vieja entrevista a Charly y habla de la muerte de su padre. Imposible no visualizar a Magaña, aquí al lado mío, comprándome un agua mineral hojeando la tercera, siendo mi papá una vez más, como en el sueño de la otra noche en que la alegría de verlo me impedía preguntarle por el cáncer, seguro de que todo había pasado que iba a tener tiempo para cuidar de mis hijos y arrullar a la pequeña Josefa.
Pero estoy solo y de alguna forma imposibilitado de toda acción. Las cuatro de la tarde y como cada día, me acuerdo de mi padre.
Vuelo tranquilo, poca turbulencia alguna que otra pasada entre nubes que parecía micro vieja, pero nada más. Santiago como tablero de citypol, las villas nuevas sin arboles parecen de juguete, el templo verde por arriba, la FISA, nada. Del otro lado y saliendo de la nube Argentina era una pampa surcada de grietas barrosas e hilitos de agua, un pan amasado o una naranja vieja.
Ezeiza o Pistarini, el taxista me espera letrero en mano y me habla de la economía, los ricos y los pobres, mucho tráfico la 9 de julio como siempre, su obelisco, doblamos en Córdoba.
El hotel está frente a la plaza Libertad y un chico me ayuda con la maleta, todo bien, inspecciono el frigo bar sus mini botellas, todo helado, no me apetece nada excepto la red bull.
Bajo al lobby a probar el wifi, trabajo un rato y llamo a casa, hablo con Luciano, con Carlos, me doy una vuelta a la manzana pero ya se hizo tarde y tengo sueño, así que un poco de tv argentina y de admirar la noche que me llega a través del ventanal de muro completo que se asoma a la plaza desde el piso 12, me deja listo para cerrar los ojos y olvidarme.
Duermo pesadamente y me levanto a las 06.30, la ducha copiosa. Bajo al desayuno y le doy a las tostadas con manteca, al jugo de pomelo, a las medialunas y al café. Me voy al seminario, conozco a Hernán, tiene un aire a alguien que no recuerdo, todos simpáticos, todos cordiales, todos tan educados y sencillos. Almuerzo salmón al limón con puré de zapallo, una delicadeza, el postre helado de mandarina con cáscaras y frutillas. Hablo, hablo más de la cuenta y me empieza a doler la garganta. Sigo un rato en el seminario, pero me voy al Hotel y luego a conocer la oficina que está en Tucumán mirando el Luna Park, llega uno de los socios y vamos a ver la tienda que diseñó nuestra empresa.
Muy lindo, Puerto Madero está pesado y húmedo, hablamos de historias del puerto de Buenos Aires, de ratones y barracas, vemos la tienda que inauguran el jueves cuando yo ya esté en Santiago.
Vuelvo en taxi al hotel y me ducho, he transpirado como niño en pichanga. Quedamos con Luciano a las 20.30, puntualmente veo su BMW, me subo pero estacionamos casi frente al hotel, vamos a un boliche a una calle de la plaza donde la cerveza, los ravioles y la abundante conversa me dejan aun más afónico. Qué manera de desovillar la profesión, la docente y la otra.
Comienza a llover en Buenos Aires y por fin a hacer frío.
Repaso mi presentación y me duermo cerca de las 03.00.
A las 06.30 de nuevo estoy en pie y bajo a desayunar cereales y jugo de pomelo, esta vez me desquito tomo mucho jugo y café con leche, he despertado sin nada de voz, nada, apenas un resuello de perro, me asusto, tomo agua, tomo jugo, café con leche, avena con frutas. Me quedo en el hotel hasta cerca de las 12.00 tosiendo y aclarándome la garganta, entonces parto. Me topo en el ascensor con una de las charlistas del encuentro y mientras caminamos a la SCA, me recomienda que me tome un jarabe. Paso a una farmacia y me compro unas pastillas entre bactericida y anestésico, algo ayuda.
Almorzamos una cazuela de cordero con papines y verduras, esta vez no tomo helado pero si un café, un arquitecto me cuenta de su padre chileno, del daño arquitectónico cometido contra el barrio El Golf el desmantelamiento que ha visto en Santiago y de dos o tres cosas más, amablemente me sirve agua para aclarar mi garganta, salgo y me voy a instalar mi presentación.
Me dicen que estuve bien, pero el precio fue perder casi toda mi voz. Luego empapado en sudor y feliz de haber suscitado hasta una pequeña polémica, escucho la presentación de unas arquitectas que están recuperando los colores originales del barrio de La Boca en base al estudio de los muros originales, de ciudades italianas y de la pintura de Quinquela Martín, precioso. Las felicito con un hilito de voz.
Un señor me regala unas pastillas del tiempo de los abuelos que no me hace mucho, nos vamos en taxi muy contentos del resultado. En el hotel me meto hasta la nariz en la tina llena de agua caliente, dejo de pensar, dejo de procesar al menos unos segundos y siento nostalgia por mi mujer y mis hijos, aspiro el vapor caliente y me tomo un Red Bull y una Cafiaspirina.
Salgo nuevamente a la calle, me voy por Libertad hasta Santa Fe y de ahí por Cerrito y cruzo por posadas hasta Av. Del Libertador, camino, camino como Ashcroft en ese viejo video de The Verve, hasta que me topo con El Palais de Glace al que rodeo sintiéndome un poco solo, necesitado de contacto humano. En eso me topo con la Confitería La Rambla, gran favorita de mi mujer, ahí no más en Ayacucho y Posadas. Entro, pido un café madrileño y unos dulces con chocolate. Al salir un pendejo con cara de retrasado me pide dinero, le doy las pocas monedas que tengo y me persigue de una esquina a otra, aburrido hago parar un taxi y vuelvo al hotel, frente a la plaza suena el celular y la voz de mi mujer me cuenta noticias amargas de Santiago, tras el largo meneo mental que esto me provoca subo y me cambio la camisa sudada (como mata la humedad en esta ciudad, hermano) y tras una larga conversa por Messenger con mi mujer salgo rumbo a la cena de despedida en San Telmo.
Camino por Nueve de Julio hasta el Colón, y sigo hasta Lavalle llena de gente y olor a parrilla. Tomo Florida, compro el disco que me ha pedido mi hija, camino entre locales que cierran, son ya las nueve de la noche y emboco por Perú que está llena de gente, de chicos y chicas, de basura y gente hurgueteando en los tachos.
Entro en un boliche tipo minimarket en una esquina, pregunto por la calle Estados Unidos y las chicas asiáticas que atienden me dicen algo así como: “afuera, estados unidos, afuera”, capto el mensaje y busco el “Viejo Gómez”. Una vez dentro está todo el mundo medio apretujado en tres mesas y me toca al lado de la directora comercial de la SCA, el gerente de marketing de Osram y su mujer, más allá está el socio argentino, una de las organizadoras y la mesa se pierde en parrillas con carne y platos con papas fritas.
Todo lo que se habla es tan agradable y el vino argentino tan dócil que las horas pasan hablando de traslados, de distancias, de universidades y negocios, entremedio chinchulines, pollo y asado de tira pasan por mi plato, hay como un aire brumoso de sueños. Juan Shmid y su mujer me llevan de vuelta al hotel, así que caminamos por Defensa, hace frío, comentamos la suciedad de esa parte de la ciudad, cosas del mundo de la iluminación y de universidades. Me llevan cruzando la noche porteña, hasta que embocamos en Libertad y pasamos tribunales, el Colón, hablamos de cine argentino, de Luppi y de confiterías.
Nos despedimos, hasta cuando sea. Voy en busca de mi computador y le dejo dos mensajes a mi mujer, me pasarán a buscar a las ocho de la mañana y ya es cerca de la una.
En la ducha a las seis treinta, en el comedor a las siete diez, aun estoy tomando jugo cuando me avisan que llegó el remise. Subo rápidamente y termino de guardar cosas, me escobillo los dientes y cierro mi cuenta, afuera Buenos Aires está en hora del taco, el taxista me conversa pero yo afónico me quedo callado, articulo dos palabras, pero no hay caso, vamos al sur, rumbo a Ezeiza algo melancólico pero deseoso de ver a mi familia.
¿Qué vine a hacer acá?
En Pistarini la cola para el chequeo de equipaje, la tasa, migración, papeleos, voy al duty free y no compro nada, me conecto a Messenger, me pongo al día de las noticias de Santiago y después de un rato ya estoy en el avión pegado a la ventanilla, testigo siempre sorprendido del vuelo, las nubes, la pampa, los campos y canales.
La cordillera estaba bellísima y despejada, enceguecedora. Del otro lado Chile ya era la misma sorpresa, los cerros enverdecidos por el invierno, las turbulencias, las ganas de una cámara análoga.
Y abajo el frío, el taxi no llegó aún... mi realidad chilena.

lunes, agosto 13, 2007

Esta noche en Buenos Aires

Hotel Dazzler Libertad, con hambre y algo de calor, aun resfriado y solo en la capital federal. En el lobby del hotel se escuchan porteños de a de veras recomendando boliches a turistas pareciera que chilenos. Yo con deseos de charlar y tomar una birra, pero solo no me animo. Llamar a un amigo... son las 10 de la noche. Necesito un mapa, se me pierden los puntos cardinales en esta ciudad sin cordillera ni mar. He pasado mucho calor, las micros argentinas y los autos pasan, pasan infinitamente. Quizás me eche el frigo bar. No se.

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