La Culpa
La culpa la tiene el ojo, la culpa la tiene la contaminación, la culpa es la medida de todos los males, como hemos olvidado con presteza y con determinación la esencia del mal en nuestra experiencia humana (la única de la que podemos al menos dar fe -si es que tal cosa es posible-) me resulta extraño hablar de culpa.
Porque nos sentimos culpables o nos embarcamos en buscar culpables.
Culpable soy yo, cantaba el puma. No sabía el puma, o lo ignoraba deliberadamente, que la culpa y el culpable son posiciones elegidas y de sentido discutible. Discuto que la culpa tenga siempre que ver con una relación de causa y efecto lineal, clarita, sin lugar a dudas. Pero esta causalidad compleja o ausente, según creo, no impide que detrás de este concepto exista una definición no menos necesaria, o al menos postulable de responsabilidades y transgresiones.
Me acuerdo de un texto re interesante que argumentaba que la demasía en la autoestima provocaba seres pagados de si mismo potencialmente muy destructivos para la vida colectiva, de lo que se sigue que seres sin "culpas"(Piscitelli, ILHN 2569 y 2573), sin la conciencia de las "transgresiones" a la norma colectiva, tal vez hasta pseudo nietzscheanos, no son los mejores, ni los más felices, ni los que más contribuyen a la vida del resto. En un tiempo -como el que nos ha tocado en suerte- en que "los nuestros" pasan a ser el marco de referencia obligado y hasta el único que nos importa e interesa, y que parecieran numéricamente ser cada vez menos, pongo en perspectiva esta noción de culpas y de culpables en busca de una definición más amplia del rol que le damos a la "transgresión", una norma de convivencia en la que entre varios acordemos conductas y tal vez (tal vez) ciertos roles.
A partir de esto regreso a la noción del mal, de que hay cosas que no se hacen, que existen, claro que existen (y no son todos prejuicios), conceptos, informaciones, conductas, situaciones valorables en términos de bien y mal.
Pero al mismo tiempo me doy cuenta que hemos incorporado en nuestra conversación un manido, relamido y casi vacío axioma: "...lo que no es ni bueno ni malo", de lo que se sigue que no hay culpables ni culpas, todo ES, el capitalismo ES, el Islam o el cristianismo ES.
Frente a esto es que yo discrepo, una revulsión visceral oscura y nebulosa como mi ojo izquierdo, me impide aceptar que mis circunstancias por el solo hecho de SER justifiquen y determinen sin vuelta lo que nos pasa, lo que sentimos, lo que vivimos.
Esa ligereza existencial que tanto se agradece, que nos impide andar de cabezazos con un mundo hecho a la medida de todas las complejidades pero envuelto en un simplismo holywoodense, me temo nos engaña vendiéndonos la sensación de que hay un modo, un camino, una respuesta y que ésta no nos juzga ni nos vigila, donde no hay ni bien ni mal solo opciones personales que se quedan en eso.
Ante lo que decía un grafitti en la Norte-Sur... "Si tu libertad es una tarjeta de crédito..." yo podría responder que "es válido" o que "es lícito". Pero defender la tesis y la antítesis me parece estéril si es que no media en el fondo una nueva actitud ante lo que vivimos, o ante lo que pasa.
Creo que no puede ser que nos quedemos tan tranquilos juzgando válidas todas las antinomias sólo porque nos damos cuenta del carácter relativo de nuestra cultura formativa.
No se si es un problema para cargarlo a la cuenta de definir la identidad o es algo más. Así como siento que no podemos permitir que todas las decisiones éticas y morales las defina el mercado, o que el destino político y económico de nuestra sociedad la defina el estado de ánimo del poseedor del mango de la sartén.
Decir que "todos somos culpables" es tan estéril como echarle la culpa a los "Estados Unidos" o al "iglesia", decir que "no hay culpables" porque las cosas "SON" es también una solución fácil y retórica.
Tiendo a pensar que estas confusiones son el alma de nuestra casi involuntaria "postmodernidad".
Ante el aborto de toda ilusión colectiva que no sea mediática y a lo menos "espectáculo de entretenimiento" no nos queremos dar cuenta que aun refrendamos creencias que atribuimos al "sentido común" mientras al mismo tiempo hemos despojado de toda valoración muchas de las cosas que ocurren en nuestro entorno, nos hemos mediatizado de tal modo que no juzgamos por experiencia, si no por lo que le pasa a la Magdalena de "Hippies"(*) o a los avatares de Martín Ortúzar en "Los Pincheira"(*). Lo cual pone (al menos a mí me obliga a poner) en permanente perspectiva todo aquello que juzgamos o aquello a lo cual atribuimos culpas o inocencias basados en "no sabemos bien qué" y que se nos escapa...
(*) Culebrones en boga
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