Llueve en Talca
Estoy en la sala de los mac en esta universidad privada que me paga y da lugar para hacer de docente. Ayer larga plática con Larrea y Castillo del Qvid. El Diseño, la disciplina perdida en las divagaciones y el no hacer. La disciplina que interesa a muchos y que rehusa recibir el respeto debido, entre la técnica y el pensamiento, entre la ejecución y el romanticismo. La disciplina que me obliga a apostolar entre Santiago y Talca, donde hoy llueve, suave y tristemente.
Solo como estoy en esta sala, con hambre y con los pies calientes de gruesos bototos pienso en mi mujer, en mis hijos, en este sacrificio que me hace abordar trenes, dormir en una pieza anónima, hablar de la nada con la nada y escribir acerca de aquello que me brota.
Si pudiera ver mi cara, tal vez no reconocería a este ser que me habita, estas canas, este cuerpo nueve kilos menos gordo, estas gafas para leer, este pelo húmedo de lluvia y de gorro de lana.
Llueve a más de 200 kilómetros de Santiago, y sin embago este es el mundo, ésta es mi patria, aun así...
Estoy en otro lado. Indudablemente estoy contigo.
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