jueves, febrero 08, 2007

Los chicos solo quieren divertirse

Los años, la pedofilia, el perreo, fotologs e internet

Aunque en el fondo estoy tranquilo, pues la pantalla del computador impone cierta distancia y por lo mismo da pie para toda clase de desahogos, comienzo a intranquilizarme a medida que se me aparece la conciencia que, cual pepe grillo obeso y teleadicto, me habla de las posibles pesadillas o paraísos a los que estamos expuestos los abnegados padres de este siglo XXI.
Pasó que mientras escuchaba el matinal del 13, y la rubia Onetto con un ya no tan cléver Iván Valenzuela se escandalizaban por la discoteque Lola Lola de La Florida, se me apareció la imagen de mis amigos Hoyuelos y Ulises hablando de lo mismo hace un par de semanas: del desenfreno alcohólico y sexual de los tiernos adolescentes chilenos, tema que nos persigue dado que los tres tenemos hijos de diez años en proceso de convertirse (o no) en conflictivos adolescentes con problemas de identidad. No sabíamos si escandalizarnos de la ligereza con que estos pendejos hoy toman su sexualidad o asumir que, así como nosotros escandalizamos a nuestros apacibles padres y ellos a sus propios padres aun más quitados de bulla, estábamos obligados a servir de testigos y guías impasibles de sus estallidos hormonales, tan fácil de ver en los fotologs, en los sitios comunitarios y de grupos como myspace, genteya, fidoxd y tantos otros en que niños y niñas posan como sus estereotipadas cabecitas les indica: copiando a cantantes que quieren parecer pandilleros o putas, vedettes o vedettos de la televisión, etc.
Hay un elemento que es común a toda época pues, como dirían en La Cuarta: desde chiquitos niños y niñas “andan con la maldad" (la admiración fetichista por los signos sexuales –el pene, la vagina, las tetas, el culo, etc.-, el lenguaje obsceno, el voyeurismo y a veces el exhibicionismo), es decir eso que nos escandaliza o sorprende a los adultos también nos pasó a nosotros y a nuestros abuelos hasta el infinito en diversos grados y con diferentes manifestaciones, no olvidemos que a principios del siglo XX el 40% de los chilenos padecía sífilis y los cabros chicos andaban curados (ebrios, emborrachados) desde temprano por las calles. A nosotros nos tocó el estilo calentón del hip hop, del reggaeton y el perreo (¿se olvidaron del baile del perrito?, ¿qué el mambo era en los 50’s el baile de la selva llevado al salón, o que el tango era el baile de las putas?).
En el intertanto, con nuestro inocente consentimiento, internet, la televisión abierta y la cableada, nos metieron en la casa montañas de sexualidad explícita e implícita, pornografía y pedofilia como quien tiene agua potable, luz, gas de cañería y teléfono, entregándole a nuestros hijos una fuente de información, un estilo “de educación”, un discurso informal poderosísimo acerca de cómo es el mundo, de quién es quién, de quién la lleva. No en vano hace algunos años, como me decía Mauricio Vico, para un número importante de niñitas de colegios marginales la “geisha chilena” era un referente y un modelo. ¡Qué escándalo para nuestras educadas mentes!, ¡qué subversión de los sagrados valores de la decencia y el decoro!
Ahora tomémoslo al vesre, preguntémonos ¿educadas mentes, sagrados valores, decencia, decoro?, ¿de qué mierda estoy hablando?, ¿acaso nosotros mismos no desconfiamos de todas las creencias de nuestros padres y hacíamos lo que queríamos, curaderas e intoxicadas incluídas?.
Me da un poco de risa la causa del escándalo, aunque no ignoro por otra parte que el peligro es un consejero tan relativo como cualquier otro, en última instancia es un filtro, un depurador: el que no supera la prueba del peligro caga y eso es la evolución y la supervivencia del más apto, aunque no me guste.
Los chicos quieren huevear, quieren joda, quieren pasarlo bien, igualito que la mayoría de los chilenos, como bien lo atestigua la pilsen Cristal, como lo puede decir cualquier trabajador que de regreso a su casa sintoniza al Kike o la teleserie de Chilevisión. Inolvidable la frase del Lucas (el hijo de 11 años de la Taty) que en un minuto de sinceridad dijo: “los papás le compran computadores y le ponen internet a sus hijos para que estudien, para que hagan las tareas pero para lo único que lo usan todo el día es para el Messenger, para bajar juegos, ver videos y escuchar música”.
¿Qué se puede decir ante eso?
Mirábamos el fotolog de una sobrina y mi mujer entre resignada y preocupada me decía:
- ¿No puede esto terminar en manos de un pedófilo?
Como yo no tengo respuesta a eso, me imagino que si. Me imagino que más de algún caza porno talentos debe visitar asiduamente la cantidad de material calentón que le ofrece el exhibicionismo de nuestros pequeños amigos ansiosos de atención y reconocimiento.
¿Por qué me gasto una hora entera de mi vida en esto?
Por que en el fondo, se que me estoy volviendo viejo y que mis revoluciones, mis ideales, mi pelea política, mi idea de progreso moral, intelectual, ético, cognitivo y todo lo que he creído hasta ayer, son mi anteojera, mi filtro, mi tara y lo que me impide entender de qué forma estos seres con los que me topo en clases, como alumnos, como hijos de amigos, como protagonistas de las noticias pueden, como dicen los estudiosos, “educarme”. Siguiendo a Margaret Mead no veo si estamos o debemos situarnos en un estadio post-figurativo (en que repetimos lo que le pasó a los nonos en ese mundo de radionovelas y tranvías), co-figurativo (en que ayudamos a los pendejos a superar nuestras taras punk - new wave) o pre-figurativo (en que los pendejos van por su cuenta y nosotros cagamos pistola si no seguimos su ritmo). Pasa que no veo esas “habilidades tecnocognitivas” que defienden mis amigos más tecno-optimistas, no veo cuales son las glándulas intelectuales y emocionales que están tan desarrolladas como para que estos niños y niñas puedan enseñarme un camino. Como decía Ulises, sus revoluciones, sus liberaciones las vemos como actos formales, viscerales y casi suicidas, pero espantosamente carentes de contenidos inteligibles.
Supongo que tiempo al tiempo, con un pie metido en este mundo digital y otro en el de los olores, sabremos de qué se trató todo esto.