viernes, octubre 29, 2004

Endógenas

No es cierto, no miento,
me duele, no ves,
no ves mi cara detrás de mi cara
detrás de la mala costumbre,
de la abominable invasión
de la pena en mi sangre.
No digas que miento, no digas
nada. No te atrevas a poner
en juicio el calambre
que paraliza los discursos,
las acciones, las políticas, las nociones.
No lo hagas, por favor, repliégate
unos momentos, mientras arreglo mi cara,
mientras me pongo la coraza
sobre el piyama desteñido de mi alma
hipocondríaca, mientras recojo las piezas
destripadas de este reloj
antiguo que porfía sus arcadas de tiempo
amargo, de humo, de lluvias tibias
y de noches sin insomnio
ni pesadillas. Noches en que sueño
que me acoges sin máscaras,
sin condenas que sólo existen
acá, en la calle que imagino,
la esquina en que ninguna micro
es capaz de llevarme de vuelta
a nuestro sueño.