jueves, noviembre 04, 2004

Me sobran huevos, te los tiro



Jueves, lata, me fui al patio de servicio y con mi máquina braun me deshice de la capa de pelos que cubría mi cabeza y barba (pelo y barba decía Néstor). Ahora apenas una pequeña alfombra de pelambre rudo me hace de aureola en torno al cráneo. Creo que necesitaba sentir un cambio. Una especie de autopatada, una marca, una enseña que me obligue a reinventar el todo partiendo por la parte. Es cierto que no me rapé, pero más que nada para evitar la desagradable sensación que acompaña la pelada, esa zona clara y sensible al sol que pide bloqueadores y sombreros. Mejor un poco de pelo y de paso disminuir el creciente protagonismo de las canas en la barba. En el ínterin llega mi suegro, me pide pasar al baño y me cuenta su peripecia con el auto, ha hecho una reparación de su auto él solo, notable. Se va. Llega mi hijo pequeño de la plaza, se alegra enormemente de ver a su abuelo paterno, su "nonito". Un poco mareado se que tengo tantas cosas que hacer y me pongo a escribir esto, echo a andar el filtro de la piscinita, me sacudo los pelos y el polvo que deja la máquina eléctrica en mis hombros. Me río. Por los altavoces del compu se escucha al Dr. Tangalanga que le dice a un señor enojadísimo "tan, tan ¿qué? ¿es una campana?" y el tipo se pone a vociferar, me río, me acuerdo de Quilicura. Estoy pelado y triste.