El Jumbo, el domingo
Vengo recién llegando del Jumbo donde fui a comprar pan, huevos, mantequilla y una Dasani Citrus, traté de comprar paltas pero estaban demasiado duras.
Voy al Jumbo porque está cerca de casa, cruzo Tobalaba y Voila!. Claro que generalmente voy en auto y junto conmigo una centena de personas de los barrios aledaños.
Los estacionamientos llenos, las cajas atiborradas de gentes haciendo lo mismo que yo, llevando algo para comer, para el perro, para la tarea de última hora del niño o niña.
Es normal.
Pero me acomete una sensación extraña cuando al salir en el auto veo las decenas de pequeñas cabinas sobre cuatro ruiedas y en ellas las caras maquinales de los que van al Jumbo, como mi propia cara me imagino.
Me molesta que haya tanta gente y que sea tan arduo salir y entrar, encontrar estacionamiento y esperar la filita de la caja, pero en realidad siendo justos no hacemos más que las cosas que por propia decisión nos impusimos.
Sólo que me asombra la maquinalidad.
No es que seamos coleópteros o abejas en torno a la colmena, pero puta que nos parecemos.
Obedecemos a los engranajes naturales que nos empujan a cierta hora del tecito, transitamos maquinalmente en nuestros artilugios sobre rueda porque hay que ganar tiempo, porque en el Jumbo está lo que necesitamos y lo que es mejor nos sentimos en casa, para eso pagamos.
Sin embargo me da un poco de desconfianza que aceptemos esto tan alegremente, mientras salgo veo las calles como arterias que van al pancreas o a los pulmones en busca de algo. No es que "nos parezcamos" a algo inferior, un bicho o un organismo unicelular, "somos" esa cosa inferior llevada a un plano cultural lleno de simbolismos que mantienen en pie nuestra maquinalidad de la supervivencia.
La mayor parte del tiempo vivimos en la esfera simbólica de las cosas, en su creación comunicacional, apoyada por cierto por los medios de comunicación, la enseñanza y el ejemplo social, donde cae bien adoptar conductas que nos igualan o nos validan.
Porque ser validado parece ser también un aspecto muy importante del hecho de comprar en el Jumbo, de ir en auto, de hablar de negocios, de decir lo importante que es uno, de calzar en el modelo de persona exitosa que quizás cuestiona el "sistema" pero que en la cotidianeidad obedece a los mismos imperativos simbólicos de los que están construidas las marcas, el famoso branding construction, el cómo la marca ofrece experiencias nuevas al consumidor, etc.
Y vaya que funciona.
Hacemos nuestro panal completamente ciegos a las otras abejas, ciegos e insensibles a la finalidad de la colmena, que es mantener viva a la reina y su larva. La emnacipación es sinónimo de caos y en el caos ("prefiero el caos a esta realidad tan charcha" cantaba el insoportable Redolés) ¿que sentido tiene la casa propia, el barrio con guardias, el auto último modelo, el colegio privado, la tarjeta Jumbo Más, el alza de la bencina?.
Amamos y nos abrazaos a la rutina porque sin ella, sin las marcas que nos dan confianza y nos afirman al mundo, quizás ya no sabríamos movernos.
Homo Consumidor, homo matic. ja.
Llego a casa completamente desconsolado por mi manía y abro mi correo y me encuentro con Joan Costa que dice ¿el diseño es arte?... uf.
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