domingo, octubre 14, 2007

No Bombardeen Buenos Aires II


Que vamos a decir esta vez. Buenos Aires como siempre regala postales, pese a que el mambo fue corto y siempre hay muchas inquietudes, vicisitudes, neuronas descarriadas que se salen de madre o hay caritas que te matan en el espejo.
Nada que decir del maldito vuelo de llegada, de la huelga atrasa-aviones que nos demoró inútilmente en Chile (a Gonzalo, Gabriel, Ángela, Emilio y a su SS) y luego nos estancó en Ezeiza. Nada que decir, excepto que un avión que salió después que nosotros ya tenía a sus pasajeros en suelo argentino antes que yo pisara suelo, todo por culpa de los buses que se llevaban puchitos y puchitos de gente. En fin, recién a las tres de la madrugada porteña caímos Ángela (la novia de Gabriel) y yo al departamento de Emilio, calor, humedad y más calor, una niebla caliente y gomosa -como la del Examen de Cortázar- dio paso a esa lluvia subtropical del puerto, el chofer volaba cruzando pistas rumbo a Palermo, me sentía sucio y pegajoso, la novia de Gabriel, peruana ella, me contó que volvía a Buenos Aires el miércoles así que ahora era un visita de relajo y shopping.
En Borges nos esperaba Gabriel, un enorme personaje de este último tiempo, un aventurero, de pelo muy rizado y muy judío. Hacemos una gran faramalla con la clave de la alarma, el ascensor es el típico ascensor pequeño de edificio porteño, huele a metal y a máquina, con un olor que siempre me recuerda al subte, algo entre humedad y aceite de motor.
No hay mucho que hacer y decir, me acuesto en el dormitorio de los niños y trato de dormir.
La mañana siguiente trajo ducha y desayuno en Marks, donde el trabajo y un cielo negro nos lanzó a un Buenos Aires de granizo y lluvia tibia (rara mezcla), mojados como pollos salidos del cascarón tratamos de entrar a Casa Foa, pero la rara combinación de calles y la hora nos aconsejó irnos a comer algo y a ver más diseño porteño por otro lado.
La milanesa tenía bastante ajo, Emilio nos explicó la topología de las calles de Buenos Aires y de ahí nos fuimos a Barracas a lo Adrián, donde pasamos el resto de la tarde hablando de business y del futuro regional.
La lluvia pasó rápido y nos fuimos a Recoleta a tomar Guiness y a comer unas picadas.
La gente con que he viajado está llena de increíbles historias de selva, contrabandos, mundos desconocidos y avionetas narcos, me sorprende de qué forma sus vidas se han podido poblar con tanta facilidad de situaciones tan extrañas.
De vuelta al departamento, me refresco y salgo a dar una vuelta por Palermo.
Esa noche la novia de Gabriel se puso con un malbec que nos dejó una pobre impresión de la vitivinicultura argentina.
El sábado fue un día largo de submarinos, papeles, el Ateneo, parrillada en San Telmo, cerveza en Palermo Hollywood y una caminata de extraviado en Cabildo, Santa Fe, vinos, departamento, Scalabrini Ortiz, El Abasto y finalmente un raro bloody mary en el Olsen de Gorriti hasta que a las tres de la mañana el remise me condujo a Ezeiza hablando, hablando, hablando de esta vida del sur del mundo.
En fin, llegué puntualmente y en casa mis niños, mi mujer, la vida.

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