martes, noviembre 20, 2007

Hello Moto



El ojo extraviado me hace preguntas acerca de lo que observa, la mente, esa loca desbocada que inventa todo y me cuenta cuentos, le responde que da lo mismo que no es más que más de lo mismo, torpe ejercicio de tanteo en el mall o en el supermercado. Con un niño de seis años de la mano que me habla de otros niños de seis años y de cosas y casos "bacanes", le digo: "eris terrible de flaite, cabro chico", me contesta: "chi, no yo no soy flaite"...



También pasa que me veo sometido a pasear por Santiago y caigo en una plaza de barrio, como las de antes, con árboles poco sofisticados y mucho maicillo. Con juegos de fierro y no de plástico. De pronto el reflujo de la eterna infancia, de chala y pantalón corto (horror) caminando en esos veranos largos llenos de bichos, duraznos y damascos. Por un momento ganas de quedarme un rato y ver mejor, enfocarme mejor en lo que se perdió para siempre y que ahora es pura elegía.



Una va por la vida catalogando las cosas por GSE, por estilos de vida, por lo que se llama nivel sociocultural, meneando la cabeza a veces a disgusto en reuniones de directorio en que estas entelequias son tratadas como pruebas irrefutables de que "somos todos iguales, pero hay unos más iguales que otros". Y hete aquí que a mis hijos les gusta el "pan circulito" que compro subiendo por Grecia en un boliche que está en el límite de la pobla y la villa. En ese momento me da risa definirme C3 o D por no comprar pan en el Jumbo o en alguna patisserie recomendada por el Mercurio (que miente, pero elegantemente).



Hace unos años con Ulises y antes con mi paredro Fernando, ibamos por la vida cámara en mano recogiendo postales inútiles de calles, personajes y cosas que nos parecían lo suficientemente secretas como para volverlas dignas de interés. Eso que empezamos en la década de los 80's con una furia antimilitar y antidicatorial religiosa y artistoide filoizquierdista, hoy me sobrevive celular en mano, tomando malas fotos porque si, porque no se va a repetir, porque uno vive un devenir furioso y permanentemente esquivo y luego el viento frío o caliente del tiempo se llena de postales sin imagen. Si poh, esa es la cosa.