¡PONCHO!
Hay días que los años se hacen tangibles y que uno se tropieza y se vuelve a levantar medio por inercia medio estoicamente, como mono porfiado emperrado en darle la vuelta, en morder la tuerca que gira contra el hilo del perno y que a veces nos hace ver en gris o en negro cualquier tarde verde en el ocaso amarillo de mi patio. Será la madurez, o la sabiduría, o que uno se ha cultivado en sobrevivirse pese a dicom, y a la incertidumbre económica permanente de estar enquistado en la clase media chilena, de surfear de número en número de la letra C del GSE.
Será eso o pueden ser mil cosas más por las que estoy aquí, detenido para escribir unas necesarias pero despilfarradas letras, sabiendo que esperan cosas de mí (sale, conciencia ¡sale, sale!, ¡chu, chu!), que tengo obligaciones, deberes, responsabilidades y otras afines (ejem).
Quería decir que ésta es mi módica responsabilidad conmigo mismo, este hábito de afirmar el minuto con palabras, estos dulces fósiles। digitales
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