jueves, enero 10, 2008

Recordando los años monofónicos

Un viejo CD, hecho artesanalmente en base a retazos recogidos en la prehistoria de internet me arroja una bocanada de adolescencia, canción que le cantaba a la negra y a mis compañeros a los quince, a mediados de los ochenta... y la canción ya entonces era vieja:

Los Testimonios (Silvio Rodríguez)

Me digo comprometido totalmente y de una vez:
el tiempo me hala Ia manga, quiere que vaya con él.
Mí compromíso es sencillo, sólo hay dos formas de estar:
o bien cogiendo el martillo, o bíen dejándose dar.

Juro que me comprometo con el mejor tirador,
siempre que tire sujeto firmemente al corazón.
Me declaro partidario de Ias cambañas salobres
mientras Ia miel sea un sudario que regalar a los pobres.

Desde que nací me han dado
ciertas flores escondidas
entre los ramos de muerte:
así me salió Ia vida.
¿A cuánta muerte tocará por flor,
a cuántas flores tocará por muerte?
Para no ir más lejos,
a Ias dos Ias pongo a hacer el amor.

Me incorporo a Ias legiones de quijotes que batallan
por hundir Ias religiones donde quiera que se hallan.
Soy militante del hombre y como tal me proyecto.
Sé que Ia vida se esconde tras Ia apariencia de un muerto.

Si alguna vez se me busca, no me busquen en papeles,
no me busquen en canciones, no me busquen en mujeres:
busquen el hilo de un hombre y sigan sus laberintos,
que al final, sano y deforme, me tendrán en el instinto.

Desde que nací me han dado
ciertas flores escondidas
entre los ramos de muerte:
así me salió la vida.
¿A cuánta muerte tocará por flor,
a cuántas flores tocará por muerte?
Para no ir más lejos,
a las dos las pongo a hacer el amor.

(1969)