jueves, mayo 08, 2008

De qué se trata entonces, este vivir dentro de una bolsa de carne que obedece (o no) a impulsos que vienen de más atrás del enfoque que permiten estos faroles empañados, esta máquina a vapor que come ajo, bebe vino y bebidas energizantes, duerme entre sábanas y despierta en piyamas arrugados.
Admiro la pasión en otros y dudo poder encontrarla en mí. Pasión, ay si pudiera hallarla, ay si de repente resultara que si, que había que tomar por ahí con los ojos cerrados y había que dejarse de huevadas.
Cómo si fuera sencillo, desoír la orden y la guía mental, ese ruidito de fondo que taladra y taladra, el manual completo y el cancionero con tablatura. Todo acá luchando contra la pasión y el deseo, como si aun quedara otra cosa, como si fuera posible despertarse de la férula feroz de la razón y la lógica, de la ley y la norma.
En ese otro mundo, no habría más salida que irse en picada contra la ola, cerrar los ojos y confiar en que, como cuando era chico, cruzando la calle velozmente en bicicleta no iba a venir ningún auto.
Pero es que no es posible de otra forma, la pasión desea y se magnetiza con el peligro.
Aunque hoy estoy de salida y dejando el pellejo en los invisibles rincones en que los conejos y las flores se ahogan como bajo la ceniza de ese volcán, ese en el sur. Voy de salida, pues quiere una parte de mi sacarme furiosamente de este estado de excentración, de este mareo en que pequeñas señales desde la bruma y la noche parecieran decir la ruta y dirigirme donde nunca me he atrevido a ir, a averiguar si puedo vivir de otra forma.

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