Me entero de la muerte del padre de una amiga de acá. Muerte que como toda muerte puede ser trivial, la gente se muere todo el tiempo, la vida trae consigo a la muerte y uno sabe “pero se olvida que sabe” que nada es para siempre y en esa pasamos suavemente día tras día, hora tras hora, por la suave e impaciente arena del reloj.
Sin embargo, la causa, la forma, el efecto sigue recordándome a mi padre y su final en este pedazo del universo.
Por muy cínico o resignado que uno sea, hablar del cáncer siempre suscita teorías, miedos y barreras. En las pocas conversas que tuve con esta amiga, el fantasma de mi padre siempre anduvo rondando, intentando quizás poner en claro cuanto de lo que es posible hacer y decir era justamente de ayuda para entender o poner en perspectiva la situación de la Isa y su padre, al mismo tiempo la mala costumbre de no saber a ciencia cierta nada, si uno actuó bien o mal con su padre, si fue suficiente o no todo lo hecho, las reacciones, las acciones y las emociones me devolvían y me siguen devolviendo siempre a esta idiota autorreferencia que me persigue.
Para mí el tema, esta puta enfermedad me patea en las bolas con la pregunta de siempre: ¿qué sentido tiene oponerse a la tragedia de la vida?
Un mes duró este señor, un mes que cabe imaginárselo cruzado de incomodidades e incertidumbres.
Mi padre estuvo seis meses conciente de que había un tope y que su vida acá se estaba acabando, seis meses que fueron críticos sólo en su último tercio, cuando el viejo ya no podía más nada y yo, todavía y siempre tan torpe, no sabía como manejar, cómo llevarlo en brazos y acompañarlo sólo para oír su respiración casi desesperada en los últimos minutos, pero seis meses.
Hasta hoy me apena no haberme quedado con él ese último minuto. Hasta hoy me apena ese "hasta mañana" que aun no llega.
Otra chica acá me cuenta que era amiga del chico que fue atropellado el año pasado por un borracho frente al mall sport, terrible, inesperado, injusto... ¿el paso del tiempo, la conciencia de la muerte la hace menos dramática, menos terrible? Yo creo que si, finalmente la partida de mi padre fue la culminación de un lento crepúsculo que nos enfrentó a ambos a que él ya no era más el más fuerte de todos y que yo no era sólo su hijo más chico.
Los muertos se quedan un rato con nosotros, pero luego parten y nos dejan desovillar nuestras cuitas sin ellos. Así y todo cada día mi padre está en mi pensamiento.
Me imagino que nada que uno haga o diga de vuelta consuela al dolido. Cómo decirle a la Isa que la ilusión y la realidad, los sueños y la vigilia, el dolor y el consuelo son compañeros del tiempo y que el tiempo es lo único que nos queda, lo poco que podemos darle a los que aun quedan de este lado del río, lo poco que podemos compartir.
Etiquetas: Padres
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