lunes, junio 02, 2008

No se que se busca escribiendo estas páginas que nadie lee, exponer la rudeza de una vida poco metódica en que ciertas cosas sublimes se dan de porrazos contra la rutina de los días que uno no quisiera fueran ese último día.
No hacerlo solo, no hacerlo tristemente, no hacerlo derrotadamente.
entender la ironía y al mismo tiempo agradecer los regalos. El de ayer, el de anteayer, el de cada día. Los logros y las descepciones. Sonreir.
Qué gran cosa.

Agradecer el haber estado ahí cuando nacieron mis hijos, las dudas, las lecturas, el estrés, el amor y el desamor periódico que nos azota, las enfermedades, las deudas, los minutos de vacío, las caminatas, los atardeceres, la compañía y la soledad. Agradecer incluso el infortunio pero dejarlo irse, lavarse de él y de nuevo sonreir, estoica o espartanamente sonreir con la cara chorreando agua helada y con las muelas destempladas.
Gran cosa.