Ionesco, McLuhan y Espontáneo Jorquera
La Alejandra Poblete actuando en una obra de Ionesco, después de haber compartido como profesores el divertido taller de segundo año en la UTEM, no deja de serme sorprendente. Eso si, hacía frio en la sala, a pesar de mi mujer al ladito, del chaquetón sempiterno subido hasta las orejas. Sorprendente, y yo no se nada de teatro, el ideal de hombre universal y de cultura transversal que siempre me ha inspirado (con más que limitado éxito) tiene en mi ignorancia teatral su talón de Aquiles -más sonado que el de Brad Pitt-. Sorprendente, sabiendo que tenemos un plazo fatal para nuestro DEA investigativo. En fin, tras esta marea de absurdos que nos regaló Ionesco, nos fuimos con la Vale a la Confitería Torres (reinaugurada) a pasar uno de los más agradables momentos de estos tiempos áridos, no sólo la buena atención, los tragos, el vino shiraz como decía la botella, fueron aportes a una alegría en pareja que hacía rato no nos tocaba en pleno corazón, sino que además una especie de transporte en el tiempo y el espacio, la sensación de estar en la casa embrujada de un pedazo de historia de este cono sur sureño, nos colmó de inexplicabilidades maravillosas, aparte del contraste entre lo de ahora y aquella visita hace unos 7 años con Ulises y Felipe, en que la Alameda más tarde daba vueltas como trompo, nos guiñaba algo, lástima que es un poco estipendioso..., pero "espontáneo" Jorquera y sus dos guitarristas justifican cualquier cosa, cantamos fuerte los viejos viejísimos tangos de Gardel, una verdadera fiesta porteña en medio del gris Santiago, del tímido y atareado Santiago. Aldea en la aldea de McLuhan...
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