jueves, agosto 12, 2004

Hacen cinco y medio años

Esto lo vengo escribiendo hace rato, me sorprende lo poco que he avanzado en este sentido:

Apunte respecto a las creencias (1998)

Lo que quiero decir es otra cosa, de momento el unico big bang que llevo en mi cabeza es el del tiempo que corre y que va amarrado a lo que sucede y sus consecuencias, modestas o monumentales, en las cosas como me van ocurriendo a medida que se incorporan al habla y las costumbres de lo que me rodea. La velocidad de por si es apabullante y más de alguno se deprime de estar corriendo en esta pista donde la justicia tiene muy poco que hacer o más bien dicho donde ninguna justicia ontológica viene a anidar por su cuenta (como en tantas cosas de esta vida), pero a falta de fuerzas metafísicas, abstractas o concretas que hinquen el diente en la corriente vertiginosa de los hechos alguien o cada uno debe empezar a poner orden en la parcela que le toca en ventura o desventura habitar.
Un orden que para nuestra desgracia empieza por definirse no como un orden de esos que nos hacen vivir a gusto (con la agenda al día y las cuentas pagadas). Tengo la sospecha de que este orden mas bien es uno en el cual nos vemos obligados a aceptar el azar como un vector muy potente de lo que nos imaginamos que podría ser la vida o el paisaje de la vida que elegimos (o creemos designados a habitar).
No es por descreer de ciertas directrices o causalismos periodicamente presentes en nuestros hábitos cotidianos, mas bien es que lisa y llanamente el hecho fortuito –como una manifestación del azar (o mejor dicho de infinitas concatenaciones causales incontrolables)– va a estar ahí siempre. Probablemente si conociéramos el estado fisico particular de un dado al momento de lanzarlo y todas las variables externas que en el influyen para sacar seis tres veces seguidas no creo que pudieramos hablar de azar, pero ya que esto no es así la mayor parte de las veces y que la observación modifica lo observado no puedo hacer otra cosa que declararme superado por la realidad caótica (o no) en la que creemos vivir.
De pronto las creencias no son otra cosa que una cristalización egoista del como nos tocó vivir el mundo (o sobrevivirlo), una pasada en limpio del bosquejo que día a día realizamos en nosotros mismos, o con la siempre dispuesta ayuda de los otros o los medios de comunicación. O quizás no, quizás estos anticuerpos conceptuales no sean una expresión válida de lo que creo definido como un sistema racional y emocional orgánico con el que apuntalamos y defendemos nuestros condicionamientos determinados por el vivir previo.
Ahí es donde ando marcando ocupado.
29/12/98

La Foto es sólo porque me causa gracia (diciembre del 2003).