martes, enero 17, 2006

la derecha, ay la derecha, oidme

Cuando chico yo creía fielmente que Pinochet era el salvador de la patria, de hecho veía con infinita delicia esos especiales de canal 7 donde se denostaban los nefastos mil días de Allende y la palabra UP era síntoma de descomposición, de desorden, de caos, de todos los males del mundo.
Uno crece y empieza a ver, a vivir y a sentir con un poco más de panorámica.
A mis padres -eternos alessandristas- toda idea de política, de democracia les sonaba a tongo, a la misma basura que pinochito había barrido y pasaba que detrás de la escoba alumbraba un sonriente país de huasos, marinas y muebles de caoba.
No sé en qué momento se cae el telón de este sentimiento de protección y de férrea disciplina que me irradiaba el gobierno militar. Quizás el que siempre fui muy hospitalario con las ideas y conocimientos nuevos, quizás la curiosidad mató al gato, pero descubrí que me interesaba infinitamente más radio Moscú, Silvio Rodríguez, la música de fusión y en general la literatura y las artes que la estupidez mediática y la mentira oficial, que poco a poco, empezaba a manifestarse ante mis ingenuos ojos.
De ahí en adelante he sido cuidadoso en evitar demonizar a la derecha y a su brazo armado que suelen ser los empresarios y las viejas familias tradicionales de este angosto país, digo que suelen ser porque ya se sabe que al hacer negocios no hay color político que no se rinda ante el capital. Cosa que no tiene mal ninguno.
El problema parece ser otro. Por ejemplo no es novedad que la cultura, la popular y la docta en su gran mayoría se ha vuelto patrimonio de lo que llaman sensibilidad de izquierda y al mismo tiempo la sensibilidad de derecha apura leyes e inversiones que favorecen crecimientos económicos, habla tecnocráticamente y va a misa, blandiendo la mano dura y unos valores tradicionales (cada vez más esotéricos e impopulares).
Hasta ahí el estereotipo. Yo he intentado sondear los corazones de derecha a mi mano e indudablemente no hay nada demoníaco en ello, en haber votado a Piñera o a Lavín, en haberle creído a Pinochet su reinado de soldaditos y torturadores.
Hay otra cosa que me da vueltas la sesera. Es la idea de bienestar de país que no entiendo. La de la izquierda o de los progres, si la entiendo, es romántica, nostálgica, añeja pero si la veo clarita: salud, educación, igualdad, fraternidad, etcétera. Pero los mecanismos surgidos del hacer de la derecha, que es el hacer del mundo también, ha implantado mercado para todo y para todos, éxito económico o fracaso económico para todos, plata por educación, plata por salud, plata para ser bonitos, plata para saber, plata como único valor absoluto de éxito y ahí empieza mi disonancia cognitiva.
Por ejemplo yo entiendo los argumentos a favor de la flexibilidad laboral, al mismo tiempo que entiendo los argumentos en contra, los trabajadores (me pongo del lado trabajador) queremos también plata y estabilidad (no sabré yo lo que es tiritar porque en una universidad te renueven o no los cursos para el semestre siguiente). Me suena antiestético echar a los perros a pelearse por la perra, que sobreviva el más apto no es ni lo que dice Cristo, ni lo que predica el papa (a quien mucha de la derecha dice respetar con fervor), eso es mercado, un neo darwinismo que la lleva.
Y claro, tratar de vivir como una aristocracia sin declararse aristocracia es uno de los errores estéticos más curiosos de mucha de la derecha que conozco. Vivir en un primer mundo rodeado de guardias, de colegios contados con los dedos, y con códigos y leyes de habla y conducta excluyentes es una de las cosas que el resto sigue percibiendo como inapropiada, al menos la sensibilidad de izquierda busca conscientemente acercarse a "la gente", hipócritamente o no, pero la sensibilidad de derecha se aleja (como el personaje de la Aline en Machuca), opta por no aceptar ni legitimar lo que los vagos, flojos y deficientes, los pobres, se han acostumbrado a pedir.
Muchos se dan cuenta de este juego medio paradojal en que gentes como la Sra. Pérez o el Sr. Longueira profesan un marco ideológico muy economicista, un sistema económico que por naturaleza excluye a los débiles y a los no preparados, al mismo tiempo que se visten de los "problemas de la gente", del derecho popular a ser voz de los "humildes" (creo que no por mala fe, creo que ciegos, totalmente ciegos a que "se es o no se es").
Creo que por eso la derecha pierde elecciones aun, porque en un país resentido, envidioso y con una vocación de achatamiento pa' abajo, es imperdonable presentarse como voz del pueblo desde el directorio de una empresa sin mostrar siquiera una muesca en el curriculum que diga que alguna vez se pasó por la discriminación por apellido, por barrio, por ropa, por colegio, por tono de voz, por acceso a la salud.
No se si existirá una derecha saludable, por el momento siento que lo que se llama izquierda se parece un poquito, un pelito a lo que debiera ser una derecha del pueblo. Porque izquierda de verdad, esa de Cuba. Ya no poh.
Amigos de derecha, especialmente los que creen que tienen la sartén por el mango ¿no creen que un poco de humildad cristiana no le haría bien al país, no exigirla sino que practicarla?
La parte gruesa de la derecha se sabe que vota con el interés de sus empresas por delante, eso no necesariamente es malo, sabemos que no son huevones y que le dan empleo a mucha gente, pero no se olviden que entre ser el dueño de casa y la nana todavía hay pasto que cortar.
Si, todos sabemos que Allende las cagó con sus mil días, pero Pinochet las cagó el triple con sus robos y sus muertos, no se olviden que a uno lo eligió el voto y el congreso y al otro el miedo y la rabia de unos pocos (ya ya ya si está bien, si las cacerolas del barrio alto y las colas, ya concedo eso), pero la cosa está diferente hoy y no podemos cagarla, es insuficiente, es insuficiente pero podemos construir sobre lo que se ha avanzado y de paso hacerle la vida más agradable a la señora del aseo, a la empleada administrativa, al profesor universitario, al tipo de la bomba de bencina, incluso a los artistas.
mmmmmmm
Y eso que yo no soy de izquierda... (necesariamente).