miércoles, julio 04, 2007

EN UN MOMENTO DEJAS DE TENER MIEDO, en ese momento asumes que lo poco que puedes perder en realidad nunca te perteneció y te viene bien cerrar los ojos y aceptar los embates naturales, la muerte, la pérdida, el dolor, la pena como eventos pasajeros, como la curva más dolorosa de esta montaña rusa, eventos que la química, los hábitos y el olvido van disgregando penosa y tranquilamente, cínica y acompasadamente, con la frialdad del médico que te dice que tu mal es incurable, que te quedan seis meses de vida.
Entonces se cierran los ojos y se menea la cabeza de un lado al otro, sin entender nada, deseoso de mandarse mudar, de decir adios y disolverse, ajeno, indiferente, completamente convencido de la ausencia de sentido, convencido de que cada pirueta de malabarista rueda en un contrato invisible entre la mano entrenada y el artificio elegido, un contrato sin magia, sin habilidades, sin trascendencia.
Cuando se ha elegido escribir así, sin desgarro, sin efectos, casi recostado sobre las palabras el miedo a la muerte, a la pérdida. al olvido, al fracaso se torna irrelevante, hay una misteriosa fuerza inerte que empuja y decide las palabras más insípidas, y está bien y no se desea otra cosa.

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