jueves, febrero 17, 2005

Vacaciones

Para mí las vacaciones son un periodo nebuloso que no empieza nunca y que termina abruptamente con las primeras clases de marzo. Sin embargo siempre huimos fuera de Santiago a reposar siquiera unos días, cada vez menos con esto de la economía de guerra en tiempos de pujanza económica nacional.
Reconozco que la mejor noticia fue que la vaguada costera estaba ahuyentando turistas y que bajo el cielo podríamos respirar un aire menos furioso que el santiaguino. Así fue. Hasta llovizna mojó mi auto por un camino costero al norte de Viña. El dormitorio con vista al oceano pacífico, las piscinas heladas, el viento marino y las empanadas de queso camarón me hicieron cariño, en realidad a mis hijos y mi mujer más que a mí, pues con pesadillas aun los primeros días me costó asimilar que el bosque de olivos, los zancudos y la quietud eran pàrte de mi terapia, mi medicina.
Huir del calor es un mandato moral, un imperativo en estos días. Sólo puedo estar agradecido a pesar de que con facilidad me desorienta la inactividad, a pesar de que fue tan corto que ya me estaba ofreciendo a ir por empanadas cuando terminé haciendo pesto de almuerzo hoy, acá en casa, lejos del mar.
Ahora a darse un chapuzón con mi hijo, hay que aprovechar que estamos solitos.