jueves, marzo 03, 2005

Tragedia + Tiempo



Pero no hay primavera en anhedonia. La canción no era mala y el disco es un recuerdo de otras maneras de respirar, saber que es la ausencia del deseo o de la satisfacción y la absoluta indiferencia ante eso es lo que hoy me caracteriza. Digo hoy, ahora que estoy sentado ante este teclado, impaciente porque VTR reanude su enlace nacional, ligeramente ansioso porque el año se me viene ya encima de nuevo y porque hay dos o tres cosas que hacer las cuales sin la red no puedo empezar.
Pensaba el otro día en la ansiedad tan diferente de cuando eres joven. Esa ansiedad de tenerte en mis brazos musitando palabras de amor, que segundo a segundo durante años se va limando hasta que la magna razón se hace cargo del buque y se sienta a negociar con los sentimientos, tan, pero tan cambiantes ellos.
No me suena tan loco que uno de pronto opte no pensando en uno, no me suena loco aplazarse por el bienestar de otro. Me suena mal, valga el dato, refregarle a otro haberse aplazado o postergado por ese otro, como creo que malamente hacen tantos amargando a sus parejas, hijos, padres, etc.
Me gusta la actitud de un personaje de Rayuela (otra vez Cortázar), cuando Manolo Traveler se trata a si mismo de "cretinacho" en lugar de echarle la culpa a la vida o a la suerte por no haber hecho lo que deseaba y se bebía una ginebra (cap. 37), me parece que hay cierta, ligera, recomendable dosis de autocrítica. Más que eso quizás me gusta pensar que si estamos cagados en gran parte es porque hemos tomado decisiones cagonas.
Digo a nivel personal, de este entorno inmediato y de la actitud que tenemos frente a las cosas.
Lo cual no quita en absoluto que no esté convencidísimo de que hay otro tipo de problemas que son responsabilidades precisas de gobiernos, personas, empresas, culturas, religiones e ideologías y que nos impiden ser felices como debiéramos en esta madeja ilusoria de sueños y vigilias.
Pero lo que hago yo con mi vida, lo que haces tú con la tuya ni siquiera es tan profundamente culpa ni de nuestros padres, ni del escurridizo "sistema" (que anda tú a definirlo poh, si tú poh el más cumbiero intelectual). Pareciera ser más bien una bola peluda de causas y efectos siniestros y a veces tan darwinianos que no nos queda otra que apelar a un "plan maestro", a una "misión" que nos revelará a largo plazo el sentido de este "laberinto múltiple de pasos" del que hablaba Borges (otra vez Borges, "Poema Conjetural").
Dejar que habiten en mí estas ideas me hace tok tok en la sesera.
Me recuerda por carambola una conversación oída en la 390 ayer no más, a eso de las dos de la tarde. Lo que hablaban las niñitas no tenía la menor importancia, era lo típico a los trece o catorce años: "que te gusta fulanito", "que la profe es una pesada (neurótica, mala onda, amorosa, etc.)", etc.
Lo que si me inquietó, fue mi desalmado proceso de análisis inverso, no hice ni una caracterización sociocultural ni me puse a hacer inventario de modismos ni de modos de pronunciar, nada de eso. Pensé por el contrario en tantas chicas que escriben estupendamente en sus blogs y que siempre en algún lado se dicen (no se con cuanta convicción) no ser, o no querer ser, las típicas minitas que están preocupadas de mekano, del mino y así por el estilo.
Pensaba en la micro acerca de la tan mentada "adolescencia tardía" de la que he oído hablar bastante en estos tiempos. Pensé en lo "normal", en lo "banal" y me pregunté ¿de que serviría de pronto "madurar" antes de tiempo y empezar a ver más y con más agudeza el mundo que te rodea si a la vez no sabes que hacer con ello?...
Pensé en los alcachofazos graduales que te depara la vida. En las "epifanías" (me gusta esa palabra) esos deslumbres que te hacen ver con más profundidad el entorno. Y sentí que mis juicios valían pocazo, apenas quizás como constatación tardía de mi propia experiencia relativa, de mi "despertar adolescente" ocurrido hace tantos años el cual recuerdo negociado con mis intereses de entonces: pensar, atracar, leer, escribir, mis amigos, la religión, mi familia y mi polola.
Que queríamos ser distintos si que lo lográbamos, vaya si no recuerdo que mis queridos compañeros pensaban que yo realmente era un loco, un enfermito (me acordé de León Gieco y esa canción: "qué nos dirán por no pensar lo mismo / ahora que no existe el comunismo / estarán pensando igual / ahora son todos enfermitos". Los Salieris de Charly), un enfermito creo que querido y creo que respetado por mis coetáneos, mis valientes y bravos y flojonazos compañeros de revolución secundaria.
No se, una cosa es segura. Yo, por desgracia o ventura, siempre fui un huevón muy denso.
La diferencia entre entonces y ahora debe ser esta sensación de que no es necesario sentirse la raja ni lúcido ni brillante everyday. Dejar que la anhedonia te invada pasa a ser una curva más, un pliegue más de tu existencia, como la calentura y la rabia.
Dejad que el tiempo de las respuestas.