El ombligo del mundo
No es Te Pito Te Henua. El ombligo del mundo somos cada uno de nosotros cada día al inaugurar el mundo de ojos abiertos. Ayer fui yo. Ayer caminaba de noche por Talca y esa soledad que caminaba por las calles penumbrosas era yo caminando por entre rasgos de una especie de chilenidad que ya me cuesta comprender. Hacía calor anoche en Talca, me dolían los pies y sin embargo me gustaban las esquinas de un piso, las casas que son como debió ser Chile hace años, las casas que acá en la "capital" se demuelen y se reemplazan por cómodos departamentos. El progreso tal vez no ha encontrado la fórmula económica para echar abajo estas rémoras obsoletas y por lo mismo únicas. Talca es las mismas esquinas y casas de Constitución, no hay Talcahattan, si un olor a Taltiago que lo hace la cruza entre Ñuñoa, San Bernardo y Quilicura. Pero me juro la próxima vez entrar a ese boliche con mesas de melamina y tomarme la cerveza que se pregona escrita con tiza en la ventana, llevar la cámara, rescatar para mi ombligo estas imágenes, el Piduco, las Taxutal, el queque gigante a $1500.
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