miércoles, marzo 30, 2005

Talca Paris y Londres

Borrador mental de mis viajes a Talca. El tren, llegar al minuto en que éste se pone en movimiento, llegar con el corazón en la garganta puteando el mierdoso sistema de locomoción colectiva que no tiene horarios, que no respeta a nadie, que en lugar de pasar a la misma hora de siempre se demora media hora más, que al demorarse media hora más tiene más pasajeros que recoger y termina demorándose un tercio más de lo normal en llegar, por eso el profesor se ve obligado a bajarse en el metro y mochila y maletín en ristra putear por que la tarjeta del metro no tiene saldo y en sacar la luca cargar la tarjeta y la máquina dice "tarjeta inválida", y la tipa vuelve a intentar y el metro se demora se demora y el ahogado profesor llega tres minutos antes a la boletería y se sube en el último medio minuto y antes de sentarme al fin en mi asiento el tren se pone en marcha cumplienso su horario impecablemente y yo con el corazón en la garganta.
Mi tierna bendición a los señores micreros empresarios y choferes.
Viaje impecable, mujer que habla y habla pegada al celular, hablan de nanas, de viajes, atrás mio hablan de bins con frutas, kiwis, ciruelas, de compra y venta de asuntos agrícolas, al lado mio vienen llegando de Perú y no han visto al hijo en varios días (me entero por la conversación celular), atrás pelan a una empleada de la empresa, atrás dicen que en Alemania la gente fuma mucho.
Talca está frio a mi llegada, camino y un padre con chupalla de paja y una niñita en brazos se me atraviesa con dos bolsas de tienda local con cajas de zapatos.
Camino y veo los letreros madrugadores anunciando la colación, camino sin apuro repitiendo conceptos para mi clase, recordando la lectura en tren, haciéndole el quite a las Taxutal.
Un alumno hace un trabajo interesantísimo, ese alumno le saca partido a Talca, increible.
En la noche me siento un rato en la Plaza de Armas, no traje la cámara, hago apuntes mentales, le envio un mensaje de amor a mi mujer. Hay muchas iglesias juntas en Talca.
De vuelta a la estación camino, camino, camino, camino, es largo el camino a la estación cuando es de vuelta de la U. Pero me acometen las residenciales con almuerzo o pensión, olor a porotos con longaniza, ajiaco dice una pizarrita, los queques gigantes me guiñan a $1500 (los de vainilla) y a $1800 (los de chocolate).
Me despido de Talca y me alejo en el asiento 036 revisando trabajos en mi portátil.
Echo de menos a mi familia.
I'm a family man