martes, noviembre 16, 2004


Todos tienen dos autos,
todos tienen jardines, flores,
enredaderas y maceteros,
tienen lo necesario e incluso un poco menos.
Yo los ignoro.
Camino decidido, acalorado,
las veredas están limpias,
el riego automático me besa los zapatos,
los perros cagan discretamente,
con prudencia.
Yo los ignoro risueño.
Pero es de noche y los televisores
pantalla plana me besan la nuca,
me dicen adiosito tras los
ventanales de aluminio anodizado.
Pienso cansado que esto ya es demasiado,
pienso aterrado
que esto ya es un abuso.
Y me detengo
ante una casa roja, portón eléctrico,
teja chilena.
Miro mi destino
ominoso, el gato, el farol,
el dividendo
y abro la reja
como quien da un paso
hacia el abismo.