viernes, diciembre 17, 2004

Verano en el Valle

¿No te pasa que el calor llega como una película quemada?, ¿que los personajes pasan en cámara lenta y tu pareces estar en otra dimensión, detrás de una ventana, en tu propia sala de cine sin ventiladores ni aire acondicionado que te resguarden de la alucinación cotidiana?.
Tras manejar mucho este día viernes el auto venía tatuado en mi camisa a rayas, en mis pantalones claros, una especie de trance entre la pena y la esperanza, un momentáneo estado de lucidez me alcanzó hurgueteando el paquete de cedés entre un semáforo y otro Alameda abajo. La mano eligió a Radiohead con su Amnesiac y de pronto la Alameda fue, entre micros y taxis, entre autos calientes y el sol opaco de este viernes prenavideño, una especie de clip, la perfecta sensación de un verano capitalino, lento, triste y calurosísimo.
Hace muchos años sentí lo mismo con Piazzola y su Verano Porteño, una sensación de lentitud y de ojos fotofóbicos, como si el sol fuera una red de fierro negro sobre los caminantes de las veredas amarillas de las cuatro y media. En mi auto sin aire acondicionado y de ventanillas abajo me sentí ajeno, abstracto, como si de pronto algo en mí empezara a ver mejor, a entender.
Imposible traducir las imágenes del centro, sus pacos, sus lanzas, las caras de punga, las caras de nada, las minas mostrando guata, los minos de anteojos negros. Imposible repetir la superposición en el recuerdo de mi pasada por el Jumbo de Bilbao, fresco y navideño, lleno de abuelas de canas blancas y de chicas recién salidas del Peugeot 2005, de chicos tranquilos, entusiastas y confiados, entre los que yo era un fantasma apurado. El mismo que en Alameda con Ejercito recibe las chuchadas de un chofer de camioneta de reparto. Yo me rio. Mais, à part ça, Madame la Marquise. Tout va très bien, tout va très bien. Le imito a Cortázar. Entro al estacionamiento aun en estado de gracia, epifánico y ya un poco convencido.