lunes, enero 21, 2008

Chillán Again

Uno se empieza a repetir, pero es posible hacer un repaso de los nodos del día de hoy. Temprano lo de siempre, la modorra con leche, café y pastelillos. El esquivo amor de mujer, hijos y gato endulzando una mañana remolona, un poco sin rumbo pese a las millones de cosas que hacer.
El almuerzo de pie en el Dominó, la Vale reconfortándome, yo inquieto ¿stress?, camino pensando en la pena de muerte, pensando en la película Capote y en el libro aquel, en la familia Clutter y en Perry Smith y Dick Hickock.
En el fondo sigo creyendo en los castigos ejemplificadores.
No veo ventaja en la misericordia dada al inmisericorde.
En fin, no es relevante. Tarde llena de imágenes, textos, ligeras molestias frutos del trabajo. Calcetines nuevos. "Pienso, pienso y pienso y ahora lo se". Pinky Dinky Doo ¿apología al racionalismo?... sería más contemporáneo, de esta época de inteligencias emocionales decir: "intuyo, siento y pienso y ahora lo se".
En este momento el Hotel Isabel Riquelme me recibe, me siento un poco solo, en el cómodo sofá de cuero escribo por vicio.

Lean "A Sangre Fría"

jueves, enero 10, 2008

Recordando los años monofónicos

Un viejo CD, hecho artesanalmente en base a retazos recogidos en la prehistoria de internet me arroja una bocanada de adolescencia, canción que le cantaba a la negra y a mis compañeros a los quince, a mediados de los ochenta... y la canción ya entonces era vieja:

Los Testimonios (Silvio Rodríguez)

Me digo comprometido totalmente y de una vez:
el tiempo me hala Ia manga, quiere que vaya con él.
Mí compromíso es sencillo, sólo hay dos formas de estar:
o bien cogiendo el martillo, o bíen dejándose dar.

Juro que me comprometo con el mejor tirador,
siempre que tire sujeto firmemente al corazón.
Me declaro partidario de Ias cambañas salobres
mientras Ia miel sea un sudario que regalar a los pobres.

Desde que nací me han dado
ciertas flores escondidas
entre los ramos de muerte:
así me salió Ia vida.
¿A cuánta muerte tocará por flor,
a cuántas flores tocará por muerte?
Para no ir más lejos,
a Ias dos Ias pongo a hacer el amor.

Me incorporo a Ias legiones de quijotes que batallan
por hundir Ias religiones donde quiera que se hallan.
Soy militante del hombre y como tal me proyecto.
Sé que Ia vida se esconde tras Ia apariencia de un muerto.

Si alguna vez se me busca, no me busquen en papeles,
no me busquen en canciones, no me busquen en mujeres:
busquen el hilo de un hombre y sigan sus laberintos,
que al final, sano y deforme, me tendrán en el instinto.

Desde que nací me han dado
ciertas flores escondidas
entre los ramos de muerte:
así me salió la vida.
¿A cuánta muerte tocará por flor,
a cuántas flores tocará por muerte?
Para no ir más lejos,
a las dos las pongo a hacer el amor.

(1969)

jueves, enero 03, 2008

Dolor del "celebro"


No hay que hurguetear mucho para descubrir que me persigue la depresión. Esa puta enfermedad comecoco que es alimentada por músicos, artistas, poetas, cineastas, etc. con gran éxito comercial, particularmente entre púberes adictos a una melancolía inexplicable, quizás hormonal y bastante banal, si me lo preguntas.
Me detengo a escribir esto, pues me ha llevado muchos años, días, horas de mi vida lidiar contra el vaso medio vacío para conseguir disfrutar del presente.
No sabe el deprimido que el universo es infinito y que el dolor elegido no es más que una de las mil caras del poliedro de la realidad, que ni Platonov, ni Hamlet, ni Oliveira, ni Raskolnikov, ni Castel, ni Roquentin, ni uno mismo agota las interpretaciones posibles de los dramas, comedias, aventuras y chascos de la vida.
Está además la culpa, esa mierda introyectada, de la que hacen uso eficiente religiones, credos, sectas y gurúes para bajar las defensas de las eternas ovejas necesitadas de pastor, que te vuelve vulnerable y cual perrillo faldero te hace menear la cola, ponerte de espalda y ofrecer panza arriba toda tu humanidad al látigo “oportuno” de los avispados de siempre.
Está la pérdida de la confianza en el uno (ese misterioso compañero que habla y habla), o el secreto exceso de confianza que nunca llega a estrellarse contra la vida real (drama del sistema educativo, era que no) y por tanto se constituye una seguridad de mentirijillas, una confianza de morondanga, teórica, prima hermana de todo el bull shit que escuchamos a diario en la prensa, en los blogs, en el comentario deportivo (no estoy pensando en el finado JM –que mi padre, vaya a saberse por qué, odiaba-) y en tantas instancias, asados, reuniones de apoderados, consultas médicas, cafés de amigotes y clientes, en la que el otro (generalmente al que le va bien) siempre oculta algo, es indigno de lo que hace, piensa, tiene, dice.
Y así te quedas, paralizado y deprimido, atrapado en la culpa de uno o de otro, en la culpa del empedrado o en la culpa interior.
Qué jodido asunto, pelear con las creencias, las costumbres, con la red completa de conductas y pensamientos que te hacen depresivo, desde la música, la comida, los horarios, las actividades, el lenguaje, la ropa, los consejos de tu abuelita, de tu vecino, de tus amigos, sólo para sobrevivirte y no dejar que el monstruo gane y te coma.
A mí me persigue ese monstruo. Cuando no me cuadran las cuentas, cuando no me va tan bien como quiero en un proyecto, cuando me miras con indiferencia, cuando hay un tropiezo cualquiera (la revisión técnica del auto, el farolito o la guantera que se estropea) viene de atrás la depre con sus pies pesados, su barba mal afeitada, su chaleco artesa, su guitarra de palo y su bolso lleno de biblias a predicarme “¿viste, que no podías?”, “te lo dije”, “tu vida es una mierda”, “esto sólo te puede pasar a ti”.
Puta socio, erís terrible buena onda,
¿Tendré que hacerte un exorcismo con cura y todo?