jueves, enero 03, 2013

El Plan Lemming (2002)


Como algunos de ustedes recordarán, la historia del “Plan de Equilibrio” empezó como una broma algo cruel del Ministro Arregui acerca de la solución al deficit fiscal, tema que nos tenía inconfesadamente preocupados desde lo de Argentina y la depresión económica global.

Un poco Darwinianamente, Arregui afirmaba que a partir de la adopción mundial del modelo capitalista -y aunque les doliera- hasta por el malogrado marxismo internacional, el mercado había pasado a ser la entelequia responsable "por default" de todos nuestros éxitos y fracasos.

Contra ella, decía el Ministro, no hay leyes válidas ni necesidad de regulaciones, “ahí fue en que se cayó medio a medio el Compañero Presidente -Allende-“ cuando intentó controlar todas las variables económicas y planificar desde ahí su "revolución a la chilena".

Arregui hablaba con esa elegante displicencia que admirábamos todos sus cercanos, y en realidad ninguno de los que estábamos ahí creímos que ocultara algo más detrás de sus bromas, por eso cuando puso el ejemplo del sistema de salud y la tercera edad cundió cierto escándalo -nadie puede exhibir ese tipo de impudor intelectual-. Arregui decía que si el mercado es el que regula cada mecanismo de la vida humana, entonces por fuerza tiene que sobrevivir el más eficiente, el mejor adaptado: "el modelo no precisa recursos humanos cuya edad o condición física y mental le impidan integrarse. Ni el estado ni las empresas pueden hacerse cargo de aquellos que no consumen, que no planificaron su vejez y que le piden al estado una manutención para la que, por desgracia, hace falta meter la mano en un bolsillo para vaciar otro" (algunos aquí se rieron, no se supo porqué).

Claro, con cierto humor negro se puede extrapolar cualquier cosa, y regular la vida de los simples mortales como quien regula el marco económico para las empresas, es algo que no requiere más que un poco de humor y flexibilidad mental, lo que no tiene nada de extraño cuando el mercado ha permeado todos nuestros hábitos. Pero el Ministro seguía entusiasmado con sus palabras: "Salud y educación de la más alta calidad para los que mantienen vivo y activo al sistema económico ¿que otra cosa es lo que hacen las abejas en sus colmenas al alimentar de manera especial a la abeja reina y sus larvas?".

Arregui, como siempre, seducía y encantaba con su discurso, y era que no, pues como todos ustedes saben el hombre se había fogueado en el campo empresarial y su riqueza no era menor, pese a haber sido un personaje de origen humilde.

Aunque sus inclinaciones políticas eran cada vez más difusas.

Esa noche nos fuimos todos a dormir un poco convencidos de que el Ministro se había pasado de copas y que quizás quería provocarnos -como era su estilo- para hacernos reflexionar como hace el maestro zen con sus discípulos: pregunta y castigo, cachuchazo y silencio. Pero los hechos que ustedes ya conocen desmintieron este apresurado diagnóstico.

Llegó el 21 de mayo con el país todavía incrédulo con las caídas imparables de las bolsas occidentales, los cambios presidenciales en casi toda Latinoamérica y con el dictamen incontestable del FMI -y de los principales agentes económicos internacionales-, de que las administraciones estatales emergentes debían ajustarse a las desregulaciones comerciales que exigía la nueva mega economía global implantada después de lo de Argentina, Afganistán y Venezuela.

El Presidente sabía -y muchos de nosotros también- que las reservas fiscales no habían podido estirarse más allá de los primeros seis meses, después que centenares de miles de argentinos cruzaron la frontera y se instalaron en Chile para huir del caos, el abandono masivo y el virtual exterminio de cesantes y enfermos llevado a cabo impunemente por el empresariado político más rico y pragmático de su país. Porque hay que decirlo, los políticos estatistas y un grupo de empresarios, ligados a la especulación y la droga, hizo lo que quiso al amparo de los doce meses de anarquía provocados por el estado de sitio que decretó la Asamblea Legislativa.

Alguien tenía que perder, naturalmente.

Ese 21 de mayo el Presidente habló ajustadamente de la encrucijada histórica que nos había unido a chilenos y argentinos, habló de la herencia del autoritarismo militar en nuestras historias comunes, y se refirió al fin de la historia de Fukuyama como algo que quizás estábamos viviendo, al asumir que la convulsionada historia del cono sur no hacía si no confirmar el camino único al desarrollo y crecimiento encarnado en el capitalismo y el mercado. "Nada de lo aquí ocurrido ha puesto en duda cual es el camino" dijo el Presidente, "pero el precio de caminar juntos no la pueden pagar los que sostienen y mantienen funcionando la maquinaria de nuestros países, necesitamos cabezas, manos fuertes y espaldas sanas para hacer frente a los nuevos escenarios, por eso queremos solicitar a quienes han dado todo por la patria que den lo último que les queda por el bienestar de este país nuevo".

No se si a alguien esto le hizo eco o sencillamente las palabras pasaron por un zapatito roto, lo cierto es que todos aplaudimos, incluso la oposición siempre proclive a desestimar las acciones del gobierno -con o sin razón-. Pero es que el “Plan de Equilibrio” estaba listo, cortado y aceitado con la venía de las asociaciones industriales, de las empresas de fondos previsionales y las instituciones de salud privadas y públicas. En la práctica el estado dejó de hacerse cargo de los enfermos terminales y de los ancianos, los pobres que enfermaban y no podía costear tratamientos demasiado caros comenzaron a ser ayudados de manera módica por el estado para morir de manera digna.

Las eutanasias y sus posteriores cremaciones en masa resultaron ser muchísimo más económicas que los tratamientos médicos y los subsidios a la salud. La efectividad del sistema radicaba en que al no haber soluciones que no pasaran por el mundo privado, la mayor parte de los enfermos, desalentados preferían tener una muerte digna a sumir a sus familiares en costosas deudas sólo por el “capricho personal” de vivir unos pocos años de mierda, con el miedo consiguiente de ser aislados o encarcelados por no cumplir con el pago de las ya muchas e infinitas deudas con que siempre ha funcionado la maquinaria económica.

La idea, que más tarde afinó Arregui para los que éramos sus asistentes más cercanos, era privilegiar la asistencia a los que tuviesen la posibilidad de generar empleo y los que provocaran menores gastos al sistema previsional, de salud y laboral. Es decir las “mentes, manos y espaldas firmes” que pidió el Presidente para el 21 de mayo. El ejemplo que nos puso el médico asesor del Ministro fue que es preferible bajar la presión sanguínea haciendo pequeñas incisiones indoloras que esperar que la cabeza entre en shock por alguna hemorragia cerebral y colapse el cuerpo completo. "Debemos asumir que somos colectivamente un cuerpo que debe funcionar para el bien común y no solamente para el bien individual, el cual tiene que suplirse sus propias estructuras de manutención, las células de este tejido que asumen su desgaste deben por iniciativa propia dejar el cuerpo para darle espacio al recambio y la salud del organismo entero", nos dijo el médico asesor en una de tantas charlas que el Ministerio organizó para los que estábamos en el círculo de Arregui.

Algo que yo no asocié al momento que supe de esta medida y de su implementación fue la historia de la inexplicable conducta de unos roedores septentrionales a quienes se les ha colgado el mito de ser suicidas masivos, pues al superar sus cotas demográficas, aparentemente corren en estampida provocando que muchos de ellos rueden por acantilados o caigan al mar.

Lemming se llaman estos bichos y me dio algo de pena que fuéramos tan parecidos, que desde el salto dado por esos neandertales cazadores de mamuts hasta ayer, termináramos actuando como roedores o como abejas de un panal, enredados en la espiral histórica de las teorías o las trampas de nuestra propia civilización.

Afortunadamente Arregui consiguió que el ministerio nos asegurara una buena póliza de salud. A fin de cuentas, no era cosa de dejar tirados a los amigos. 

martes, abril 26, 2011

El otro yo

Omar no se sorprende demasiado del curso de las cosas, y no es que haya perdido la socialmente venerada (y quizás sobrevalorada) “capacidad de asombro”, más bien le ocurre reconocer ciertos patrones repetitivos que parecen venir a confirmar sus más cínicas creencias, por ejemplo en lugar de proponerle experiencias realmente apetitosas las ideas nuevas le parecen delirios trasnochados, los entusiasmos le merecen dobles, terceras y cuartas lecturas, las mujeres y los amigos le producen un nostálgico y dulce escepticismo.

Omar suspira ante cada palabra que lanza su imparable cabeza y se detiene, en medio del tráfico maquinal de su rutina, a sacudirse uno por uno los sentimientos que lo acometen porfiadamente entre una cosa y otra. Sentimientos inexplicables y solapadamente malintencionados (cree él). Sin duda, Omar es un poco desconfiado y por eso le teme a los grandes cambios, a los desafíos que exigen demasiado de su atención (cada vez más dispersa), su tiempo (cada vez más escaso) y particularmente de sus emociones, las que con cada año (paradójicamente rebeldes a sus temores) parecen estar menos dispuestas a ceñirse al sereno marco conceptual con el que Omar ha elegido vivir, a las creencias cuidadosamente adoptadas por él con el paso del tiempo.



Por esa razón Omar duda del elogio y del optimismo, de la atracción y del deseo, de la ternura y del desprecio. Duda con la misma indiferencia con que se reciben noticias de un pasado muy lejano, con la certeza de que todo es aparente, que nada corresponde a la apariencia momentánea que emerge de las circunstancias, con la fría seguridad de que no hay trascendencia que importe realmente ni hay tragedias que merezcan ese nombre. Omar quisiera librarse de la molesta maquinalidad de los deseos del inconciente, con sincero desprecio se rebela contra neuromarketings y segmentaciones de mercado, todo causalismo le aterra y toda circunstancia le repugna, en el fondo desearía estar más allá de cualquier evaluación intelectual, socioeconómica, financiera o territorial, sin embargo, conciente de sus barreras y recursos, se oculta en un malhumor filosófico que no le impide a ratos reírse malvadamente de la ironía majestuosa de todo.

Entre la risa y la ausencia de asombro, el cotidiano valle de lágrimas de cada día se le ofrece a Omar con las habituales ofertas que acosan a todos los mortales consumidores en ésta, la era del deseo, el déficit atencional y la usura legal. Aquí Omar no se cree excepcional, ni particularmente mejor preparado que el resto, bien conoce sus pecados y sus debilidades y prefiere hacerse el huevón, e ignorar los tentadores anzuelos del gasto “merecido”, antes que validar el consumismo y los objetos de estatus y deseo que lo rodean, que tantas veces y tan burdamente le han hecho pisar el palito. No hay barrio ni auto suficiente ni computador con manzanita ni teléfono inteligente que puedan llegar a sintetizar la cruda, especiosa y compleja máscara con la que se ha envuelto el rostro, tapando todos sus rasgos y prejuicios. Desea creer que no hay nada capaz de sustituir la secreta trama de sus circunstancias y decisiones, ninguna marca, ningún partido político, ni creencia, ni miedo que (con sus mierdosas mentiras corporativas) sea capaz de hablar por él y sus monstruos, ángeles, fantasmas y demonios.

Sin embargo sabe que todos vivimos en una corriente de hechos inconexos y casuales, que nuestra precipitada y caprichosa percepción suele ser el juez que impide la “segunda oportunidad para una primera mala impresión” y que, a la larga, hay juicios y jurados que más vale la pena desoír antes que perder el tiempo en disquisiciones interminables.

En esta maraña de chispazos y contradictorias tormentas mentales, Omar sale a la calle cada día con la seguridad de quien debe matar o morir, aunque al mismo tiempo sabe que tanta convicción es excesiva para las menudas obligaciones que lo esperan, no hay heroísmo involucrado en escuchar, analizar y sintetizar lo que farfullan las gerencias de las empresas chilenas, sus sueños y delirios suelen ser tan conmovedores como el acto de contar billetes nuevos a la salida de un banco. Pura banalidad salpicada con algunas modestas oportunidades de cambios trascendentes.

El taxi, manejar o la caminata cotidiana lo eximen un rato de la abstracción devoradora que hierve en su cabeza, el cuerpo toma las riendas y lo relega al olvido pasajero de las calles, a la conversa insulsa con los taxistas o al silencio bullicioso de los autos atrapados en ese derrame de oficinistas, empleados, gerentes y estudiantes que es Ñuñoa y Providencia por la mañana.

Sólo a veces se cuela un esbozo descuidado de epifanía que le da un nuevo sentido a todo y que justifica la torpe manía de corroerlo todo en la cabeza. Y en esos momentos Omar renuncia a entender, como dice Aristarain se deja ir en “lo único que se parecerá remotamente a la alegría, (…) el placer de ser consciente de la propia lucidez”. Engañosa lucidez que se deja ir en el razonamiento y la lógica de las palabras, pero que a veces sintetiza momentánea y mágicamente las señales contradictorias de los sentidos, los recuerdos y el discurso, conciente e inconciente alineados por obra y gracia de la casualidad (aunque ve tú a saber si no hay mejor explicación) para regalarle a Omar una nueva visión de la “matrix” entre tantas trampas de Maya y su velo.

Otra cosa es el amor, el placer y el deseo, dulces y temibles engaños del animal humano agazapado en sus hormonas, anzuelo urticante que atrae y repele en la exacta medida que se lo desea o se lo muerde. Incapaz de distinguir sus signos y señales, incapaz de hacerse cargo del apetito siempre acechante Omar ha debido aprender a tragar y reciclar la frustración, sublimando hasta los más absurdos pensamientos, los recuerdos, los escapes de madre y las locuras a través de más y más palabras hilvanadas en monólogos que se amontonan en su cabeza, en kilo, mega y gigabytes de Word y en algunos papeles, en mapas conceptuales, en frases y palabras sueltas.

¿Qué se gana con eso?

Omar observa con paciente resignación el mundo que lo rodea, dejando caer sus otras caras, olvidándose de sí mismo y permitiendo que su cuerpo ocupe el lugar designado para él en medio de sus circunstancias, una oficina, un computador, una agenda de obligaciones y responsabilidades, tareas, horarios y honorarios.

Entonces retira su máscara y en la oscuridad sólo queda un rostro inmóvil y silencioso, una vez más es hora de salir a escena.

viernes, enero 28, 2011

Ecosistemas marcarios: La marca y su circunstancia (Factor Diseño de Procorp)


Decir que todas las marcas son lo mismo puede ser tan ilusorio como afirmar que todas las organizaciones, todos los países o todas las personas, son iguales. Descontando las similitudes aparentes, las diferencias y dependencias frente a otros actores del mercado es la razón de ser de toda gestión eficiente de identidad.

Los recursos simbólicos de identidad que constituyen una marca, y que permiten individualizar una organización, producto o servicio (OPS), guardan importantes semejanzas con los organismos vivos. Por lo pronto, deben sobrevivir a agresivos procesos de selección natural (la que, como sabemos, no siempre es de origen taan natural). La supervivencia de una marca, en este contexto, está sujeta a una amplia diversidad de variables, donde la percepción y las creencias que las personas tienen de una marca y sus recursos superan en importancia, y por bastante, a la mera calidad de su oferta en el mercado.
En esta enmarañada selva de ofertas y demandas, cuyos “reyezuelos-consumidores” exigen más y mejores experiencias, las marcas –como solícitos satisfactores siempre dispuestos a prometer aquello que la competencia no ofrece- producen inesperados ecosistemas que se expresan en el posicionamiento y la participación que cada marca establece en una o en varias categorías de industrias, productos o servicios.
Estos ecosistemas permiten reconocer en cada OPS un rol, ya sea como un camaleónico “me too” que imita a un líder de categoría, o como un verdadero pavo real en busca de una jerarquía de macho-alfa dentro de un cierto dominio. Naturalmente, entre ambos casos surgen todos los posibles matices que la tolerancia humana se permita asimilar y comprender, y que definen la aceptación de sus sistemas de identidad de marca. Éstos -no es sorpresa- también tienden a reformular, reinterpretar y adaptar códigos visuales y estéticos vigentes para cada momento y lugar específico.
Ecosistema marcario = la marca con sus códigos y lenguajes propios en relación con la categoría y en relación con su portafolio de ofertas (submarcas y líneas de productos y servicios)
Romper con dichos límites para conseguir una efectiva diferenciación implica, como toda gran oportunidad, un doble riesgo:
• el de ser rechazado por los consumidores, habitualmente conservadores a la hora de opinar sobre las marcas, y
• la adopción de un compromiso tácito (promesa de marca no declarada textualmente) que la organización finalmente no está dispuesta a cumplir.
Tal vez por esta causa, sumada a la subjetividad implícita del diseño de marcas, cada categoría parece conformar una constelación de signos y símbolos convencionales, con muchos niveles de interpretación y relativamente pocos de expresión (¿mucho ruido y pocas nueces?).
No es de extrañar que los productos alimenticios posean códigos visibles transversales, como el uso de tipografías redondeadas, de encapsulados y “outlines” para su fácil aplicación sobre fondos ruidosos o activos (fotos, ilustraciones, texturas gráficas, etc.). O que las etiquetas de vino respondan a diagramaciones casi genéricas, y que los bancos tiendan hacia diseños que se ajustan a grillas horizontales y al uso de azules, rojos y verdes, en su gran mayoría. Por un lado, ello obedece a que las formas poseen un lenguaje que cultural y neurológicamente gatillan respuestas preconscientes; un ejemplo de ello es el antiguo ejercicio gestáltico de “maluma” y “taketa”, que demuestra cómo, espontáneamente, las personas asocian los sonidos más suaves de “maluma” con imágenes redondeadas y sinuosas, mientras que el sonido golpeado de “taketa” es asociado a figuras angulosas y formas quebradas. De esta analogía podemos inferir la improbabilidad de que, sin una buena razón, una OPS declare pertenecer a un universo verbalmente asociado a “maluma” (femenino, infantil, wellness, etc.) y opte en cambio por una gráfica más acorde a “taketa” (deportivo, rockero, energético, etc.).
Veamos. Las organizaciones relacionadas con el mundo infantil suelen desarrollar gráficas de colores fuertes e ilustraciones gestuales; los productos femeninos se permiten gráficas sinuosas, a veces de colores suaves, con elementos cuyo peso visual y su estructura puede caracterizarlas como “delicados”; las empresas del sector industrial suelen recurrir a símbolos de trazo grueso, con más ángulos y rectas que, digamos, las empresas del sector retail.
Todo esto pudiera parecer un tema menor, entre las grandes discusiones estratégicas que surgen de la gestión de identidad de una OPS. No obstante, detrás de una aparente irrelevancia muchas veces se anidan, ocultas, grandes discusiones comerciales, administrativas, logísticas y culturales que normalmente no se manifiestan de cara al consumidor, pero que en una sociedad prendada de la tiranía de la transparencia, tienden a emerger en los grandes momentos de una OPS, sea ésta una oportunidad de crecimiento, una fusión o una crisis. Por ejemplo: “¿El uso del color verde nos obliga a ser una empresa amistosa con el medio ambiente?”, o bien “¿una gráfica tecnológica significa que debemos ser innovadores siempre?”.
La idoneidad, entonces, del lenguaje visual y la codificación gráfica, mucho más que obedecer a criterios de codificación artísticos “hieráticos”, es decir lenguaje de privilegiados, es un criterio adaptativo que fluctúa y se ajusta a las percepciones, deseos y tendencias de cada momento, en los que tallan por igual consumidores, colaboradores, directivos de una organización y otros stakeholders.

Las marcas como sistemas vivos
Una marca eficiente debe estar sólidamente sustentada por una OPS que posea una oferta significativa para sus potenciales consumidores (lo que en Procorp definimos como la dimensión REAL del modelo ISR*). Ello debe expresarse en un modelo de negocio claro, con atributos, beneficios y promesas que la distingan del resto de las ofertas del mercado. La consistencia marcaria se sustenta además en el hecho de que las declaraciones de buenas intenciones, lo cosmético y lo superficial, no poseen demasiado valor si no hay una sustancia concreta que las soporte, de la misma forma como las acciones o conductas definen la personalidad de cualquier organismo vivo. En esta línea, podemos asegurar que la identidad de las organizaciones depende en gran medida del contexto cultural del que emergen, y sus marcas son siempre reflejo de una actitud y un objetivo con respecto a dicho contexto, ya sea para dominarlo, asimilarse o para diferenciarse de él.
No hay marca, ni identidad que no sea fruto de dicho contexto, por tanto la selección de recursos, estilos y puntos de contacto debe abordarse con un enfoque holístico que entienda que toda OPS coexiste con otras OPS y mantiene con ellas relaciones que implican adherencias o aversiones, según objetivos estratégicos establecidos. Entender las OPS como organismos vivos involucrados en un ecosistema más amplio, y en ocasiones complejo, ayuda a definir los roles y jerarquías que organizan sus propias marcas y submarcas, lo que redunda en claridad para los consumidores y nitidez para la gestión comunicacional de la propia organización.
Desde una perspectiva de diseño, toda experiencia de marca, arquitectura de marca, desarrollo de packaging, de productos o de infraestructura, será mucho más eficiente, rentable y certera entendiendo que cada intervención está enlazada con una historia preexistente, un contexto cultural, relaciones de interdependencia (positiva o negativa) con dichos antecedentes y objetivos que, sin duda, deben alcanzarse en plena conciencia de lo que hemos descrito. Por tanto, el desarrollo de marcas demanda un tipo de creatividad orientada por cierto “estado de conciencia”, capaz de elevarse por encima de todos los aspectos que inciden en su adecuado posicionamiento. Esto quiere decir diseñar para la organización y sus objetivos (los consumidores y sus demandas), y en concordancia con un contexto siempre complejo que considera a) productos y servicios preexistentes tanto en el portafolio de la organización como en la oferta de los competidores, b) diversos referentes (líderes o protagonistas destacados dentro de una categoría) y, por cierto, c) las diversas identidades que definen a cada uno de ellos.

* Modelo ISR precisa que las marcas están sustentadas sobre tres pilares o dimensiones: lo Imaginario (el posicionamiento de la marca en la mente y corazón de sus consumidores), lo Simbólico (todos los recursos de identidad y comunicación de la marca) y lo Real (o la oferta concreta del producto o servicio).Más info en http://www.procorpweb.com/es/gestion_estrategica/isr.php

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lunes, noviembre 29, 2010

Los Nuevos (2005-2006)

Cuando con Felipe hablamos del asunto ninguno de los dos estaba pasando un muy buen momento, la situación económica del país, siempre al borde de una recesión anunciada, hacía rato que nos impedía a él y a mí poder ser considerados “sujetos de crédito”, peor aun por cuanto las sucias mañanas de Santiago generalmente nos encontraba trepados a inmundas micros, colgando de sus tubos cromados y dejándonos zamarrear indiferentes a todo, condenados a cumplir unos sufridos deberes impuestos por la necesidad pero ajenos a toda vocación masoquista. Felipe trabajaba de garzón en una cadena de restoranes de esos que se instalan en los malls y yo me había agarrado un pituto revisando pólizas de seguro vencidas en una triste oficina de medio pelo, rodeado de otros seres que como yo, anónimos y decadentes, no veían ninguna luz al final de ningún túnel ni el condenado sol que brilla tras ninguna tormenta. No era asunto de sentirnos culpables por haber escogido una vida mediocre en lugar de dárnosla de lumbreras en algunos ámbitos personales más agradables, más bien habíamos llegado a la conclusión de que nos era muy difícil sentirnos cómodos en las casillas ajenas, en los estereotipos estimulados desde el otro lado de la valla, desde la propaganda de Paris o de Ripley y que esa carga nos iba a pasar la cuenta si es que no conseguíamos abrir una puerta que fuese sólo la nuestra, o al menos la que cada uno de nosotros fuese capaz de inventar y abrir. Por eso en las juntadas en la Plaza Ñuñoa y con los jarros repletos de schop, comenzamos a redondear la idea del corretaje.

No es ningún misterio que Felipe y yo compartimos muchos intereses y experiencias comunes, el colegio de curas, la curiosidad por todo tipo de fanatismos suicidas, ciertos cursos de oratoria y el gusto por confundir a la gente con temas completamente fantasiosos que siempre ocultaban alguna base real: las palabras de Jesús, el Budismo Zen, la fe Baha’i y el origen prostibulario del tango “El Choclo”. Estos antecedentes seguramente prefiguraron la idea de juntar nuestras fuerzas para modificar los destinos insípidos a los que no habíamos conseguido habituarnos. Destinos insípidos que a fin de cuentas fueron el combustible (la energía) que nos facilitó el asunto del corretaje, tanto de nuestra parte como la de la gran cantidad de gente que puso fe en nuestras gestiones. El asunto era simple y ridículo si se mira bien, pero sabiendo que la gente que mira bien es tan poca, nos lanzamos sin vacilaciones a la búsqueda de almas dispuestas a dejarse consolar por las deidades, ritos y cosmogonías más diversas. El corretaje, como todo corretaje, consistía en proponerle a quien así lo deseara la mayor cantidad de ofertas religiosas y existenciales disponibles en el mercado, intentando rigurosamente cumplir con las expectativas y deseos de sus almas desconsoladas.

No se crea que queríamos lucrar de la desorientación ajena, más bien queríamos conseguir la influencia y la aceptación social necesaria que hiciera prescindible el preocuparnos del dinero. Ya se sabe que en nuestro país más que tener dinero, el asunto es entrar con estilo y con energía a un club, el de los que se reparten la torta.

Otra de las bases programáticas del corretaje era nunca discriminar por la fe congénita de cada quien. Nos era aceptable una devota de la Virgen del Carmen como un Osho confundido, un hinduista ferviente como un sintoísta alejado de su templo. A cadaquien lo suyo y si andabas buscando un templo evangélico te lo conseguíamos con una certeza casi científica de que ibas a encontrar mediante nuestras gestiones todo lo que hacía falta en tu vida espiritual. Y como todo corretaje nosotros cobrábamos nuestra comisión, muchas veces simples almuerzos en hermosas casas del sector oriente, reparaciones sin costo de nuestras casas, rebajas en las verduras y ropa de marca, entradas por un año al Hoyts, parrilladas gratis y una que otra vez agradecidos cheques que cobrábamos por caja y repartíamos fifty fifty sin ningún reparo, hasta un auto consiguió Felipe, el que yo no quise vender y que dejé que Felipe usara sin remordimientos pues me agobia manejar, y mi rol de investigador y documentalista espiritual sencillamente me daba todas las satisfacciones que hasta entonces había buscado, ver a Felipe al fin motorizado era conmovedor.

Felipe tenía una llegada notable con los humildes de espíritu (descubrí que una secta por ahí traducía la célebre expresión “pobres de espíritu” por “los que están concientes de su necesidad espiritual”, demasiado), yo me dedicaba a la doctrina y con eso me alcanzaba. Las relaciones públicas nunca han sido lo mío.

En estas diferencias habitaba nuestra fortaleza, yo indagaba las posibilidades, investigaba los matices doctrinales (que normalmente causan cismas y definen apostasías) y Felipe sondeaba el mercado, definía los targets y proponía las soluciones a nuestras ovejas sin pastor. Éramos un equipo de aquellos.

Normalmente mientras yo leía las suras, los escritos doctrinales de los sunnies o me ponía al día con las encíclicas, las beatificaciones, el tarot marsellés o la cultura Moche, Felipe arribaba con una rigurosa base de datos en la que luego identificábamos los sujetos sensibles a nuestra propuesta, era cosa de rondar los cementerios, los hospitales, las clínicas, los gimnasios, los supermercados para individualizar a nuestra audiencia. Como se sabe, la desesperanza y el vacío cunden en esta cultura del consumo, cualquiera que no se sienta a la altura de sus expectativas, cualquiera que sospecha la amarga realidad de la vida se vuelve un candidato seguro a todo tipo de transacción, no de otra forma operan las marcas, los bancos, los gobiernos; “lo que no correspondería tener por mis méritos o por mi condición natural –parece que pensamos los humanos- debo tenerlo porque puedo comprarlo”, compro ergo puedo, hasta que algún doblez malintencionado del destino nos muestra la otra cara de la moneda, y no hay mastercard ni visa que ayuden a vislumbrar aquello de que la vida es ahora, de que somos dueños de nuestro destino, etc. Ahí entrábamos con Felipe a escena, apuntalando la decepción con eucaristías, bautismos colectivos, circuncisiones, metafísica, sufismo, lamaísmo y otros subproductos religiosos que, sin juzgarlos ni prejuiciarnos, usábamos como puente contra el dolor y la incertidumbre de nuestras ovejas sin pastor.

Ese era nuestro marco teórico que la mayoría aceptaba, pues actuábamos de buena fe, completamente convencidos de la necesidad de guía de la gente, seguros además de que cada opción que le alcanzábamos a los desorientados era adecuadamente ponderada y discutida por nosotros, pues a cada quién lo suyo, una fe para cada personalidad. Cada persona en su fuero interno persigue ciertos objetivos y deseos inconfesables o a menudo ingenuos: la casa propia, orgías permanentes, autoflagelaciones, un auto gigante, prestigio, jubilaciones dignas, menade a trois, asesinar a un pariente, un jefe, etc. Esas mínimas ambiciones van conformando los deseos y los objetivos de sus conductas y al mismo tiempo su negación ¿cuánta gente incongruentemente termina yendo a misa como negación de sus deseos pedofílicos, adulterinos, alcohólicos, y así por montones? De más está decir que el corretaje tuvo enorme éxito, debido a este mismo desequilibrio aparente. La razón manda mantener la balanza de nuestros deseos y expectativas en un marco razonable de buenas costumbres, las que cada día son más difusas e inexplicables. Esta confusión marea a cualquiera y la religión, el partido, la fe, el fútbol, el rebaño se vuelven mecanismos naturales de supervivencia, sino que lo diga George W. Bush, Stalin, Hitler, Benedicto o Swami Brabuphada (o los Beatles, Britney Spears, Nike, Sony, Shell o el Real Madrid). Ya lo decíamos, a cada quién lo suyo y a nosotros el corretaje, lo nuestro era la fe ajena, la red de personas armada en torno a la fe y la esperanza, por no hablar de la ilusión de que esta realidad material no lo es todo en absoluto.

Quizás el punto crítico de nuestras gestiones se hizo evidente cuando el número de personas necesitadas de esta especie de coaching espiritual sobrepasó las más delirantes proyecciones. Como suelen decir los pastores evangélicos, había “hambre y sed de la palabra”, pero casi de cualquier palabra, ya fuera del Buda, de Cristo o de Quetzalcoatl. Y había mucha gente que no estaba dispuesta a asumir credos trillados, misas, mezquitas y congregaciones conocidas pues su hambre ya había transitado y husmeado lo conocido, sus espíritus anhelaban algo completamente nuevo.

Como nuestra labor era de mero corretaje a veces la simple exhibición de las fortalezas y oportunidades de varios credos resultaba insuficiente para algunos, no habíamos dimensionado el enorme poder de la fe en lo nuevo. Las personas aun en su desorientación querían husmear ritos desconocidos y a la vez modernos, cómodos y confiables; contradicción que comenzó a irritarnos cuando paulatinamente algunos contactados manifestaron su hambre por más, su desilusión al darse cuenta que Felipe y yo no éramos pastores ni sacerdotes ni ancianos ni rabíes. Apenas dos tipos con fobia a la locomoción colectiva y ciertos intereses místicos comunes.

Ahora es posible verlo como un acierto y un error al mismo tiempo, el momento de hacer crecer el radio de nuestras competencias espirituales fue a la vez el quiebre administrativo de nuestra exitosa sociedad, quiebre relativo, claro, nunca premeditamos llegar a ser un credo formal, nunca hicimos nada especial por serlo, hasta que Felipe concibió a Los Nuevos.

Felipe creía que era el momento de aprovechar la oportunidad que nos daba el mercado de la fe. Y que tener una oferta atractiva también pasaba por ofrecer nuestro propio cuerpo de fe, una doctrina, una nueva síntesis de las creencias que ya conocíamos y que pertenecían al acervo de la humanidad. Creo que Felipe estaba algo influido por la lectura de Groys, o por las políticas educativas del gobierno, o por las tareas de desarrollo de las asociaciones empresariales, no lo se bien del todo, pero su propuesta era elevar al rango de fe la creencia contemporánea en la innovación y lo nuevo. Adorar a las diversas deidades por nuevos caminos cada día, modificar la fe propia en movimientos permanentes y mejoramientos incrementales.

A mí me sonaba raro y le dije riendo que propusiera a Drucker y a Peters como sumos pontífices. No lo tomó a broma y me dijo que si había una cosa que unía a buenos y malos era el deseo implícito de triunfo, de estar en poder de algo que le estaba vedado al resto y que lo nuevo en todas sus manifestaciones había sido el motor de vanguardias y movimientos, de cambios que terminaron convirtiéndose en norma y a la larga abono de su propio fin, al ser terreno fértil para la irrupción de nuevos cambios. Además Felipe decía que debíamos considerar cada emprendimiento, cada cosa nueva instalada en el mundo como la continuación de la obra creativa de un poder divino, de una conciencia que nos incluía a pesar de nuestra ignorancia. Cada fiel entre Los Nuevos de alguna manera tendría franquicia divina para instalar en la realidad algo completamente nuevo para adorar o entrar en contacto con esa conciencia ilimitada.

Debo decir que Felipe lo tenía bien desarrollado y que me dejé llevar en su entusiasmo. Naturalmente no me veía como pescador de almas ni como imán ni como lama ni como nada parecido, a lo sumo pensé que sería divertido explicar y proyectar lo que hasta ese momento habíamos conseguido: un inusual dominio sobre los diversos mecanismos de la fe. Recuerdo que nos fuimos a la casa de un contactado en el lago Vichuquén a sentar las bases doctrinales de Los Nuevos y a definir la estrategia con que tendríamos que enfrentar este reto, obviamente lo nuevo requería toda nuestra capacidad de innovar, sin caer en siutiquerías y sin imponer artificios. No sabía que era el inicio del acto final.

La casa del lago era extraordinaria, no podíamos negar que toda la tecnología disponible nos facilitaba enormemente el trabajo. Abstracts en formato digital de filosofía, administración, psicología, los evangelios, chamanismo, devedés de cine ruso y novelas de ciberpunk, entre otros manjares alimentaron nuestras charlas y nuestros argumentos, permitiéndonos concebir la estructura general del “novedoso” credo. Aparte que los cursos gratis de alta gastronomía, mecánica general, inglés y francés que por ahí conseguimos nos permitieron aprender más y aprovechar este retiro como unas verdaderas vacaciones. Realmente lo disfrutamos, como Dios manda si se puede decir en este caso. Pasamos cerca de tres semanas alimentados por la confianza y la buena fe de nuestro huésped, quien no sólo aportó techo y paisaje sino que además una despensa llena y remesas periódicas de frutos de la región, vinos y carne. Realmente nos querían, puedo decir que en muchos casos habíamos llegado con la solución precisa en el momento adecuado. No se en que estábamos cuando decidimos embarcarnos en esto.


Felipe tenía una detallada relación de cuantos contactados habían manifestado un interés adicional por establecerse en una fe distinta a las conocidas, sabíamos de sus intereses, sus problemas y expectativas. Había de todo, empleados públicos y municipales, empresarios hastiados de la eficiencia, jóvenes y viejos, artistas con crisis de fe, viudas desorientadas, profesionales que habían perdido seres queridos, personas alegres y curiosas, amargados y resentidos; un rosario aparentemente incongruente de personas con un único ingrediente común: ansia de espiritualidad, de una fe contemporánea, ecléctica y decididamente antipostmoderna, antirrelativista y fundamentalmente emprendedora. Algunos amigos manifestaron que había que ser medio tonto para ensartarse en asuntos de fe y en religiones nuevas. Con Felipe estábamos convencidos que no era así, que la fe y la religión son asuntos en que la racionalidad no tiene nada que hacer ni decir, por eso nuestro objetivo, más que asegurarnos un pasar digno a costa del resto, era darle paz a un grupo de gente poniéndola en contacto con la mejor síntesis de los credos y doctrinas, con una fe pragmática y operativa, que se estuviese construyendo día a día gracias a la contribución de todos sus adeptos y cuyas doctrinas sólo fuesen un marco para el acercamiento personal a lo divino, sea lo que fuera que cada quien entendiese por divino. Pero para eso había que empezar induciendo el amor por lo nuevo, inculcando la fe en la idea de que hacer, inventar y maquinar siempre cosas nuevas era inconmensurablemente mejor que no hacer nada y que la tarea de crear era el dogma y el orden natural.

Los problemas no se manifestaron inmediatamente, por el contrario los primeros meses fueron una verdadera luna de miel. Los fieles aceptaron entusiasmados el estudio sistemático del budismo zen y de los ritos yanomamis, acudieron felices a nuestros retiros para descontaminarse de los medios, de los celulares, de los valores y prejuicios de una sociedad de consumo, aceptaron considerar a la tecnología como una invención liberadora que debíamos controlar mediante el desarrollo de habilidades supratecnológicas, aceptaron mantenerse en contacto permanente mediante mensajes instantáneos, que recurriéramos a mantras experimentales y que cambiásemos de cuajo la alimentación habitual por una en que la sorpresa y lo novedoso fuese una condición esencial. Parece que había un hastío con todo, ya que cualquier alteración y experimentación era bien recibida y asimilada como un conocimiento imprescindible. Esta gente era realmente adicta a la novedad.

Pasamos a vivir en un brainstorming constante y agotador, descubrimos que la motivación del rebaño, que crecía como sabe hacerlo una moda o un hábito clandestino, dependía directamente de nuestra habilidad por sacar del sombrero cada vez conejos más extraordinarios e inusuales. Ni con el pensamiento lateral de De Bono conseguimos ponernos a la par de los insaciables consumidores de novedades: transitamos por antimisas, rezábamos madrenuestras, reemplazamos el vino y el pan por leche materna y placenta humana, meditábamos grupalmente haciendo redes tonales, nos vestimos de rojo, de gris, de verde, hicimos canciones de adoración basadas en fórmulas químicas, analizamos a Seinfeld y a NipTuck como posibles epifanías, repetimos mantras en mapudungún, en yiddish, en gaélico. Creo que caímos involuntariamente en un juego hedónico en el que oficiábamos de animadores de la fe, verdaderos showman de la divinidad, ya parecíamos guionistas de sitcom tratando de mantener cautivo a nuestro rebaño. Debo decir que Felipe disfrutaba de esto.

Hoy creo que uno de nuestros errores fue desechar el castigo o el miedo a la muerte y al infierno, pues por principio no quisimos imponer prohibiciones en desmedro de las posibilidades creativas que demandaba la existencia de una fe basada en la experimentación y la proposición de lo nuevo en todas sus variaciones. Y ahí si que comenzó a desgranarse el choclo, una fe que no prohíbe nada necesita coerción permanente, y nosotros no teníamos espíritu de milico. Felipe quizás se avenía mejor a reprender a algún creyente pasado de revoluciones, a poner en su lugar a alguien cuando un mínimo de urbanidad exigía cierta consideración por el resto. Yo sólo me daba vuelta y me iba, no toleraba tener que dar de nalgadas a nadie. Al menos no en las circunstancias que vieron el fin de nuestra próspera sociedad.

Cuando con Felipe intentamos ritualizar una síntesis de la navidad cristiana con las saturnales paganas, el cansancio nos impidió prever las consecuencias de apostar por la más popular de las fiestas; el fin de año, el calor santiaguino, el apuro por regalar y por festejar nos hizo un poco más descuidados y en medio del estudio de los orígenes del árbol navideño, de la costumbre de intercambiar regalos y de los nombres de los reyes magos (ya no recuerdo si Felipe o yo) mencionamos, entre conversas de vino y queso –nuestra costumbre confesional de los viernes con los fieles-, que lo normal era pedir buenos deseos en estas fechas y expresar esperanzas de buenaventura, por lo tanto para variar lo nuevo sería hacer realidad esos y otros deseos, denegar la posibilidad a que subsistieran deseos insatisfechos, festejarse en serio y festejar al resto. La propuesta fue bien recibida, nuestros fieles aparte de entusiastas de toda novedad eran emprendedores, nadie mejor que ellos para romper las normas y los hábitos.

Esa nochebuena la pasé con una amiga afortunadamente agnóstica con quien entre misas, ritos y zalemas nos permitíamos ciertas licencias eróticas, nada del otro mundo pero muy adecuadas para nuestra fe sin reglas. Esta chica se reía mucho de nuestro corretaje de almas mientras intercambiábamos regalos y arrumacos menos espirituales que carnales. Tal vez influida por decenas de películas me dijo que yo le recordaba los sacerdotes de los western, de cuello blanco, calzoncillos largos y un revolver dentro de la biblia. Estas ocupaciones nos entretuvieron en la vieja casa de Ñuñoa que hacía un tiempo usábamos como centro de reunión y que yo había adoptado como mía, hasta pasada la medianoche, hora exacta en que recordé a Felipe quien debía estar con algunos fieles abriendo regalos y otras innovaciones inventadas por ellos en una parcela en Pirque. De más está decir que no éramos particularmente familiares y que una navidad con o sin parientes nos daba casi lo mismo. Qué fue lo que llevó a Felipe y un grupo de fieles esa noche a la casa de Ñuñoa no terminé jamás de entenderlo, he meditado bastante en eso estos últimos meses encerrado en la casa de mi amiga en uno de los lagos del sur, pero no me decido por ninguna versión en particular. Quizás la premisa de innovar en forma y fondo de cualquier acto de fe les hizo pensar que una navidad simple con regalos, cola de mono y pan de pascua era demasiado obvia para el eclecticismo rupturista de Los Nuevos. Quizás la conversación versó sobre el humilde nacimiento del mesías en un establo, quizás se ponderó la vitalidad pagana de celebrar al sol invicto, por ahí me imagino a alguno de ellos invirtiendo los términos y pensando en una antinavidad en que el mesías muere saqueado y despojado de todos sus bienes en un ambiente de lujo absoluto, sacrificio que podía ofrecerse o no al sol o la luna, a un banco o una multitienda.

De lo que si puedo dar fe (ya me está molestando la palabrita) es que el grupo llegó a Ñuñoa con Felipe ebrio y coronado con camelias blancas, que estos adeptos entusiastas de la novedad no sabían cual de los dos haría mejor el papel de mesías que abandona el mundo en navidad, si Felipe (el simpático y sociable) o yo (el doctrinario y estudioso). Felipe repetía incongruentemente que el no era “cordero de ningún dios que él conociera, a lo sumo merluza, merluza con papas fritas”. Los Nuevos gozaban con las palabras de su semimesías y quizás esperaban algo semejante de mí, pero la sospecha de que la cosa pintaba feo me impedía ser ocurrente. Escondí lo mejor que pude a mi amiga y me fui a parlamentar con estos alegres devotos intentando sacarlos de la casa y que dejaran a Felipe bajo mi cuidado, su estado de ebriedad no consentía más juerga.

El problema era que estos fieles estaban decididos a todo, les parecía en extremo novedoso transitar contra el tráfico navideño. Se pusieron de acuerdo en que si al niño Jesús lo habían festejado tres reyes magos, al antimesías con tres delincuentes nada de mágicos le bastaría y sobraría. En medio de esas discusiones les rebatí que era muy probable que los famosos reyes del evangelio hubiesen llegado mucho tiempo después del alumbramiento de María, pero no me escucharon, para variar habían decidido ignorar premeditadamente a cualquiera que oficiara de maestro, por lo demás eso les obligaba a actuar más rápido.

En una antinavidad la humildad sobraba, los maestros sobraban e incluso había que deshacerse de ellos. Felipe completamente ebrio decía acaso no querían hacer galletitas con forma de pene. Fue entonces que determinaron que la edad del mesías era asunto importante, Felipe era dos años mayor que yo y en consecuencia el candidato ideal para el antinacimiento. Intenté echarlos de la casa sin embargo recibí un botellazo lleno de cola de mono en la cabeza, con una ceja rota me arrastré a la pieza donde me esperaba escondida mi amiga, le comenté lo que estaba pasando y angustiada me dijo que no quedaba más que huir de ahí. Yo sentía que la voz de Felipe se alejaba cantando Noche de Paz muy desafinado, por un momento sentí que debía volver a separarlo de estos fieles descocados. Pero los efectos del botellazo me impedían pensar claramente, entonces ya no sentí más ruido y cuando volví a la sala no había nadie. Llamé a los carabineros y cientos de veces al celular de Felipe, pero ninguna opción logró tranquilizarme, el celular estaba apagado y los carabineros no entendían nada de mi historia, sin embargo alertaron a las patrullas nocturnas acerca de un grupo de eufóricos religiosos con destino indeterminado.

Ahí me di cuenta que uno de los carabineros era de nuestros contactados, conocía muy bien la casa y parecía muy interesado en la descripción que hacía mi amiga de lo sucedido, así que apenas pude la empujé al primer taxi que se atravesó frente a la casa. Puede que yo haya estado paranoico, pero creo que el taxista había dejado a los bautistas para convertirse en Nuevo, lo supe cuando me saludó por mi nombre y preguntó por Felipe, aunque también puede ser que eso lo haya imaginado, como puede ser que en ese momento me haya bajado en el primer semáforo o que hayamos llegado a casa de mi amiga en ese taxi. No lo recuerdo. Sólo recuerdo que a Felipe no lo vi más, al menos no en persona, no como lo vi por última vez esa navidad, porque si lo volví a ver un par de días después de estas cosas, cuando me atreví a salir de la casa de mi amiga poco antes del año nuevo. Las llamadas periódicas a casa de Felipe, a su familia y su celular eran inútiles, los correos electrónicos parecían perderse en el vacío. Llegué a pensar que mi amistad con Felipe había sido sólo una alucinación, pero mi amiga me insistía en que algo raro había pasado, que no creía que a Felipe le hubiesen hecho nada serio. Fue entonces que lo volvimos a ver y no sólo a él, sino que a todo el séquito que había aparecido esa noche en la vieja casa de Ñuñoa.

Estábamos en un cibercafé buscando un lugar donde irnos un tiempo cuando a mano derecha del monitor distinguí a Felipe encabezando una procesión compuesta por los mismos novedosos de navidad. Se trataba de una webcam que enviaba una epiléptica imagen desde una esquina de Mitre en Bariloche, eran ellos vestidos con túnicas a la usanza palestina, daban la sensación de una representación de semana santa de colegio, pero un poco mejor, la imagen no duró más de dos minutos en que volví a ver gestos y actuaciones similares a la de la casa de Ñuñoa. Entonces entendí o creo haber entendido algo: Felipe quizás aburrido de la religión había creado su propia compañía de teatro, o algo parecido a una compañía de teatro para dar vueltas las creencias de la gente y de paso ganar algo de plata a su manera, sin depender de mis investigaciones y doctrinas, sin vender creencias, solamente representando en la vía pública, ante espectadores desprevenidos sus delirios creativos, su necesidad permanente de innovar.

Otra hipótesis es que Felipe, de verdad en apuros por causa del entusiasmo de Los Nuevos, inventó una salida creativa y les dobló la mano como sabe hacerlo un líder y quizás ahí tuvo su epifanía, quizás cual apóstol decidió dejar todo y pastorear a su grupo de fieles desquiciados y absolutamente adictos a la novedad, llevándolos en una procesión indefinida Sentí alivio y algo de rabia ¿había forma de averiguar que había pasado esa noche?, ¿significaba esto que Los Nuevos y el corretaje se acababan?, ¿tenía que ser tan rebuscadamente innovador?, ¿o estaba completamente loco? En ese momento miré a mi amiga y partimos a la casa de Ñuñoa, recogimos nuestras cosas, pague el arriendo, devolví las llaves y me vine a esta casa con vista a un lago (me encantan los lagos) donde trato de no pensar en religión, donde me he dedicado a leer economía política, donde no tengo que tomar micros, donde creo que con mi amiga fundaremos una colonia de agnósticos innovadores, o de emprendedores místicos ateos, no lo sé.

Por lo pronto saldré a pasear con nuestro perro “Neo”, aunque para mi amiga esta actividad ya parezca un rito de adoración canina. Aun si así fuera, indudablemente sería la única religión que toleramos practicar desde hace unos meses. Al menos públicamente.

miércoles, diciembre 24, 2008

Agradecimiento

Cómo no estar agradecido, de lo que sea… a dios o los dioses, a mis muertos y a mis amigos, a mis fantasmas y los fantasmas compartidos, mis ángeles y mis santos, a mis amores, a mis desamores, a las horas y el trabajo, a la dura práctica de ser uno mismo cada día y cada hora, a la agnosis, a Jehová, Yaweh, Alá, al Buda, al Tao, a Jesús, al Espíritu Santo, a los dioses de los Selknam, a los dioses que ignoro y que se apartan para que no los reconozca, a la infinita bondad del universo, a la energía, al vacío, al dolor vivido y el dolor imaginado, a todas las caras que han desfilado en mis sueños y mis vigilias, a la historia aprendida, los libros y las tazas de té, las horas metido en la cocina, en la ducha, al tango y a la guitarra, a las voces contradictorias que llenan mi cabeza. Las miles de palabras que han salido de mí al papel y al pixel. Por quienes me cuidan y a quienes cuido. Gracias a todo, lo malo y lo bueno, lo doloroso por probar mis fuerzas, lo hermoso por reparar los daños. Gracias en silencio y con ruido, con fiesta y con recogimiento, de rodillas y saltando, gracias, gracias, gracias por estar ahí, por no estar, por existir y por no existir. Gracias por mantener a mi pequeña hija junto a su familia, por devolverla sana y salva a esta orilla incierta del juego. Gracias.

martes, agosto 05, 2008

HAMLET:

To be, or not to be--that is the question:
Whether 'tis nobler in the mind to suffer
The slings and arrows of outrageous fortune
Or to take arms against a sea of troubles
And by opposing end them. To die, to sleep--
No more--and by a sleep to say we end
The heartache, and the thousand natural shocks
That flesh is heir to. 'Tis a consummation
Devoutly to be wished. To die, to sleep--
To sleep--perchance to dream: ay, there's the rub,
For in that sleep of death what dreams may come
When we have shuffled off this mortal coil,
Must give us pause. There's the respect
That makes calamity of so long life.
For who would bear the whips and scorns of time,
Th' oppressor's wrong, the proud man's contumely
The pangs of despised love, the law's delay,
The insolence of office, and the spurns
That patient merit of th' unworthy takes,
When he himself might his quietus make
With a bare bodkin? Who would fardels bear,
To grunt and sweat under a weary life,
But that the dread of something after death,
The undiscovered country, from whose bourn
No traveller returns, puzzles the will,
And makes us rather bear those ills we have
Than fly to others that we know not of?
Thus conscience does make cowards of us all,
And thus the native hue of resolution
Is sicklied o'er with the pale cast of thought,
And enterprise of great pitch and moment
With this regard their currents turn awry
And lose the name of action. -- Soft you now,
The fair Ophelia! -- Nymph, in thy orisons
Be all my sins remembered.

miércoles, julio 02, 2008

martes, julio 01, 2008

Trágico

Trágico de puro vicio. Por lo mismo reirse con todas las encías y las caries. Me cago en tu puta alma. Y Qué Pá

sábado, junio 28, 2008

FYI

Cuando se tiene un paredón como este en el que nadie entra y en el que uno deja ciertos dibujos mentales casi como una escupidera, resulta irónico recibir en el más corto de los plazos y de la misma persona una mala leche rayana en la odiosidad, en que se pretende igualar contenidos y forma, persona y estilo sólo porque a un pelotudo (lector ocasional, accidental o intencional) no le gustó el plato o el menú.

No entiendo. Es aburrido.

jueves, junio 26, 2008

Salir de la línea de tiza


Si sólo fuera estarse así, dejando que las cosas sean. Con todos los ruidos del mundo de fondo, alaridos de bebé mimada, un fondo entre absurdo y divertido de las noticias en la tele, de la madre reprendiendo a niños, los comerciales, el tiempo y los pasos que suben y bajan por la casa, del primer al segundo piso.
Dejar que las cosas sean. La forma en que una pequeña enfermedad crece y se toma el cuerpo, como una pequeña molestia crece y se vuelve una pesadilla, como las deudas ladinas se tornan en verdugos implacables, y las caras de palo que las emiten, en que no hay contenidos ni opciones. Una verdadera lata, uno sigue respirando porfiadamente. Uno sabe que la vida es esto y que el zumbido del poder, del miedo y las amenazas siempre quieren estar ahí, premiando o apremiando.
Y uno pone cara de poker o cara de sufrido o cara de poto o cara de raja, o uno esconde la cara y empieza a pensar qué mala hierba te fumaste el día que dejaste que pasara todo esto.
Empezar a pensar puede ser el inicio del fin o el principio de la nada. Puede ser cualquier cosa en realidad. Mejor descolgar y empezar a pensar de otra forma. Claro, como si fuera tan sencillo. Pensar… facilísimo, Ni hablar de que para pensar distinto hay que sentir distinto, casi nada, si poh todo imposible de fácil. O como me decían ayer “deja de pensar”, la otra opción, la más desprestigiada dejar que hable el instinto, esa voz sin razones que gusta de probar por fuera de la línea de tiza las mejores arenas donde dejar un rastro.
Qué se hace entonces. Optar por la acción, por la que sea, en principio dar un paso, pararse del sofá o de la cama, dar otro pasito más, sólo para ver que hay a la orilla de todo esto. Quizás encontrarte ahí o seguir caminando. Eso no es poca cosa, a pesar de todo, a pesar de los tropiezos invisibles. Seguir caminando no ya por el camino ni por deporte, sino como ejercicio de supervivencia.
No como quien huye sino como el que escucha una voz o entreve una luz en la bruma.
El cuesco de este problema es que a fin de cuentas no se sabe bien hacia donde se va siguiendo las torpes señales del instinto, sólo que hay que ir y que las cosas sólo tienen sentido después.
Cerrar los ojos y dejarse ir.
Tobogán escalera abajo
Rodando en el cemento áspero
De una calle de la niñez
Rodando entre las piedras
Golpeando rodillas y costillas contra
Árboles, cunetas, líneas de alquitrán,
Piedras y mierdas de perro
Como un espiral en su eje
Girando manchado y adolorido
Pero ya sin remedio
Girando en la tierra, en los charcos
Entre malezas y espinas
Girando entregado al destino
Sin amargura ni sorpresa
Besando con labios y dedos
La grasa y el aceite
De camiones y autos, sin remedio
Besando las manos que
A veces
Tiernamente y a veces
Rabiosamente
Tratan de parar esta cascada
De días y años
Con los ojos
Cerrados.

lunes, junio 16, 2008

Quereres

O quereres)
Caetano Veloso

Donde quieres revólver soy madero
y donde quieres dinero soy pasión
Donde quieres descanso soy deseo
y si soy sólo deseo dices no
Donde no quieres nada, nada falta
y donde vuelas bien alta, soy alud
Donde pisas el suelo mi alma salta
y gana libertad en la amplitud

Donde quieres familia soy zarpado
y donde quieres romántico, burgués
Donde quieres La Boca soy Belgrano 
y donde quieres eunuco, calentón
Donde quieres el sí y el no, tal vez
y donde ves no vislumbro yo razón
donde quieres un lobo, hermano soy
y si quieres cowboy, soy taiwanés

Ah! bruta flor del querer
Ah! bruta flor, bruta flor...

Donde quieres el acto soy espíritu
y si quieres ternura soy ciclón
donde quieres lo libre, decasílabo
y si buscas un ángel, soy mujer
Donde quieres placer soy el dolor
y donde quieres tortura, curación
donde quieres hogar, revolución
y si quieres policía, soy ladrón

Yo quería quererte, amar tu amor,
construirnos dulcísima prisión
y encontrar la más justa adecuación
todo métrica y rima y no dolor
Mas la vida es real y aquí tenés
la celada que nuestro amor me armó
Yo te quiero (y no quieres) como soy
No te quiero (y no quieres) tal cual es

Ah! bruta flor del querer
Ah! bruta flor, bruta flor...

Donde quieres comicio yo soy vicio
y donde quieres romance, rock'n'roll
Donde quieres la luna soy el sol,
donde pura natura, insecticidio
Y donde quieres misterio soy la luz
donde quieres un canto, el mundo entero
donde quieres cuaresma soy febrero
y donde quieres santero, soy obús

Tu querer y tu estar deseando, al fin,
lo que en mí es de mí tan desigual
me hace quererte bien, quererte mal,
bien a ti, mal a tu querer así
infinitivamente personal
Y queriendo quererte yo sin fin
aprender al quererte, así, el total
del querer que hay y del que no hay en mí.

martes, junio 10, 2008

Qué tristeza, parado en mitad de este desierto en que sopla el viento. Con las manos en los bolsillos con la mirada sostenida en un horizonte que vibra de silencio y de frío, en mitad de un viento de tierra, de hojas, papeles, pelusas en la cara, pájaros que pasan alto y lejos, solo como sobreviviente de un cataclismo con los zapatos llenos de barro y moho, silencioso y sin réplicas en que el único damnificado eres tú, que sientes esta tristeza vieja y derrotada. Esta ancla que se anuda sola y se deja caer en mitad del vuelo, en mitad de la risa, en mitad del sueño. Mitad realidad, mitad pesadilla, el ancla te sonríe desencantada, desencajada, irónica, olvidándose deliberadamente de la dicha dadora de vida, refregándote el repaso absurdo de decepciones y caídas, refregándote la innegable perversidad de este presente seco, desabrido cuyos únicos remedios son paliativos, cuya única sanación está tan lejos que asusta, tan inaccesible como abrirse el pecho y extirparse ese absurdo músculo rojo y sanguinolento, y el único doctor posible es el hijo de puta que te mira en el reflejo del espejo. Oh médico, cúrate a ti mismo.

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sábado, junio 07, 2008

Sucio, sin bañarme, sin lavarme los dientes, algo rancio de durma a medio filo, con llantos de bebé enyesada, salgo de casa rumbo al colegio primero con mi hijo, fútbol. Regreso, actividad cambia de horario. Salgo de vuelta con mi hija, basquetbol, esta vez si vuelvo solo, en la radio "el tungue le cocó". Pero antes saliendo de casa "Nubes negras". Silencio. Llueve otra vez y acá adentro los dos. En fin.

lunes, junio 02, 2008

No se que se busca escribiendo estas páginas que nadie lee, exponer la rudeza de una vida poco metódica en que ciertas cosas sublimes se dan de porrazos contra la rutina de los días que uno no quisiera fueran ese último día.
No hacerlo solo, no hacerlo tristemente, no hacerlo derrotadamente.
entender la ironía y al mismo tiempo agradecer los regalos. El de ayer, el de anteayer, el de cada día. Los logros y las descepciones. Sonreir.
Qué gran cosa.

Agradecer el haber estado ahí cuando nacieron mis hijos, las dudas, las lecturas, el estrés, el amor y el desamor periódico que nos azota, las enfermedades, las deudas, los minutos de vacío, las caminatas, los atardeceres, la compañía y la soledad. Agradecer incluso el infortunio pero dejarlo irse, lavarse de él y de nuevo sonreir, estoica o espartanamente sonreir con la cara chorreando agua helada y con las muelas destempladas.
Gran cosa.

jueves, mayo 22, 2008

Puta lluvia, cómo me gusta que el agua me lave la cara
los brazos, el cuello, que el agua
vuelva a ser amiga. Cómo me gusta pensar que esta agua
que se mete por las rendijas del techo
que se aposa en el patio, que me acompaña y me achica,
se va a llevar todo, todo
lo que me anuda a esta carne en plena paralisis,
a ese reflejo pasmado que me mira en el baño,
en el pasillo, en el computador apagado.
Puta putisima lluvia de otoño
En la que veo nitidamente la danza
que lava y perdona, la que pone todo en orden, la que
empieza al mismo tiempo que
despierto, o me duermo
retorcido, como un alambre a la corteza del árbol
y miro, ojos muy abiertos
el revés de esta lluvia de ojos
apretados

lunes, mayo 19, 2008

Me entero de la muerte del padre de una amiga de acá. Muerte que como toda muerte puede ser trivial, la gente se muere todo el tiempo, la vida trae consigo a la muerte y uno sabe “pero se olvida que sabe” que nada es para siempre y en esa pasamos suavemente día tras día, hora tras hora, por la suave e impaciente arena del reloj.
Sin embargo, la causa, la forma, el efecto sigue recordándome a mi padre y su final en este pedazo del universo.
Por muy cínico o resignado que uno sea, hablar del cáncer siempre suscita teorías, miedos y barreras. En las pocas conversas que tuve con esta amiga, el fantasma de mi padre siempre anduvo rondando, intentando quizás poner en claro cuanto de lo que es posible hacer y decir era justamente de ayuda para entender o poner en perspectiva la situación de la Isa y su padre, al mismo tiempo la mala costumbre de no saber a ciencia cierta nada, si uno actuó bien o mal con su padre, si fue suficiente o no todo lo hecho, las reacciones, las acciones y las emociones me devolvían y me siguen devolviendo siempre a esta idiota autorreferencia que me persigue.
Para mí el tema, esta puta enfermedad me patea en las bolas con la pregunta de siempre: ¿qué sentido tiene oponerse a la tragedia de la vida?
Un mes duró este señor, un mes que cabe imaginárselo cruzado de incomodidades e incertidumbres.
Mi padre estuvo seis meses conciente de que había un tope y que su vida acá se estaba acabando, seis meses que fueron críticos sólo en su último tercio, cuando el viejo ya no podía más nada y yo, todavía y siempre tan torpe, no sabía como manejar, cómo llevarlo en brazos y acompañarlo sólo para oír su respiración casi desesperada en los últimos minutos, pero seis meses.
Hasta hoy me apena no haberme quedado con él ese último minuto. Hasta hoy me apena ese "hasta mañana" que aun no llega.
Otra chica acá me cuenta que era amiga del chico que fue atropellado el año pasado por un borracho frente al mall sport, terrible, inesperado, injusto... ¿el paso del tiempo, la conciencia de la muerte la hace menos dramática, menos terrible? Yo creo que si, finalmente la partida de mi padre fue la culminación de un lento crepúsculo que nos enfrentó a ambos a que él ya no era más el más fuerte de todos y que yo no era sólo su hijo más chico.
Los muertos se quedan un rato con nosotros, pero luego parten y nos dejan desovillar nuestras cuitas sin ellos. Así y todo cada día mi padre está en mi pensamiento.
Me imagino que nada que uno haga o diga de vuelta consuela al dolido. Cómo decirle a la Isa que la ilusión y la realidad, los sueños y la vigilia, el dolor y el consuelo son compañeros del tiempo y que el tiempo es lo único que nos queda, lo poco que podemos darle a los que aun quedan de este lado del río, lo poco que podemos compartir.

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sábado, mayo 17, 2008

Ojos Primitivos, Alejandra Pizarnik 1971

En donde el miedo no cuenta cuentos y poemas, no forma figuras de terror y de gloria.
Vacío gris es mi nombre, mi pronombre.
Conozco la gama de los miedos y ese comenzar a cantar despacito en el desfiladero que reconduce hacia mi desconocida que soy, mi emigrante de sí.
Escribo contra el miedo. Contra el viento con garras que se aloja en mi respiración.
Y cuando por la mañana temes encontrarte muerta (y que no haya más imágenes): el silencio de la compresión, el silencio del mero estar, en esto se van los años, en esto se fue la bella alegría animal.

El Infierno Musical, 1971

jueves, mayo 08, 2008

De qué se trata entonces, este vivir dentro de una bolsa de carne que obedece (o no) a impulsos que vienen de más atrás del enfoque que permiten estos faroles empañados, esta máquina a vapor que come ajo, bebe vino y bebidas energizantes, duerme entre sábanas y despierta en piyamas arrugados.
Admiro la pasión en otros y dudo poder encontrarla en mí. Pasión, ay si pudiera hallarla, ay si de repente resultara que si, que había que tomar por ahí con los ojos cerrados y había que dejarse de huevadas.
Cómo si fuera sencillo, desoír la orden y la guía mental, ese ruidito de fondo que taladra y taladra, el manual completo y el cancionero con tablatura. Todo acá luchando contra la pasión y el deseo, como si aun quedara otra cosa, como si fuera posible despertarse de la férula feroz de la razón y la lógica, de la ley y la norma.
En ese otro mundo, no habría más salida que irse en picada contra la ola, cerrar los ojos y confiar en que, como cuando era chico, cruzando la calle velozmente en bicicleta no iba a venir ningún auto.
Pero es que no es posible de otra forma, la pasión desea y se magnetiza con el peligro.
Aunque hoy estoy de salida y dejando el pellejo en los invisibles rincones en que los conejos y las flores se ahogan como bajo la ceniza de ese volcán, ese en el sur. Voy de salida, pues quiere una parte de mi sacarme furiosamente de este estado de excentración, de este mareo en que pequeñas señales desde la bruma y la noche parecieran decir la ruta y dirigirme donde nunca me he atrevido a ir, a averiguar si puedo vivir de otra forma.

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lunes, abril 28, 2008

Cheshire

El gato
No quiere seguir metido
Donde nada hay para su curiosidad.
Ay la confusión de días
Ay el consuelo fácil
Una sensación de viento con las cejas alzadas
De abrigo que se cierra al cuello bajo la lluvia
De fósforo que se quema entre los dedos ante los ojos ciegos de la tarde oscura
Sensación de que algo está escondido y que no es nuestro
No es mío
Ni tuyo
Así que esta vez
Retrocede
Paso a paso
Sonriendo, Cheshire
La sensación
De puerta entreabierta que silenciosamente
Alguien cierra por dentro
De haber rozado la orbita secreta
De un acuario de conejos, de rosas y muñecas
Entonces una vez más
Gracias al camino
Gracias al desconsuelo
A la medida infinita de todos los enigmas
A la risa que tuerce la boca
Descubro la costura deshilachada que por una milésima
Una pendejésima
Fue un espolonazo de balcón a balcón de universos
Imposibles
Cheshire se ríe
Dulcemente
Para
qué

miércoles, abril 16, 2008

Ese Matta (1979)

Esta historia es tan redonda
Como es redonda la tierra
Y por eso para verla
Redondo ha de ser el ojo.

Ahoranza es ver el centro
Desde el centro de la esfera
Un ver que es ver de una vez
Un alboroto en la vista.

Ver a los destacagados
Que quieren arauco muerto
Para sembrar sacristanes
Descargando avemarías.

Que alonso ensille su zúñiga
Y alborote el verbo ser
Para que redondamente
Se sepa lo que hoy ocurre:
Se proponen liquidar
Lo que arranque en nuestra américa
Con pinocharcos de sangre
Servidores del imperio.

Estos los destacagados
Programados, programadores de agravios
Que con balidos de pólvora
Tumban y tumban sin tumba.
Para salir del agravio
De que no seamos hoy día
Se requiere agricultura
De una real demogracia.

El estado del humano
En el sepultado estado
En que está cualquier estado
Está en deplorable estado.

Reorganizar la amistad
Es la cuestión más urgente
Y una sola religión
No sirve para este asunto.
Sacar la luz de la tierra
Y de toda conflicción
De raspares y rascares
Bajo la lucha de clases.

Que salga el sol en el ser
Que nos dejen ser humanos
Que el sujeto humano está
Muy sujeto a ser humano.
Hay que sacarse la mierda
Volver a la inteligencia
Iluminar nuestro verbo
Reoxigenar la vida.
Mañana es hoy día mismo
Y estamos muy atrasados.

Hay que alegrar esta tierra
Construir nuevas justicias.
El cuezco de este problema
Es que estamos todos solos.
Abrir el verbo sin miedo,
Atención al infrarrojo.
Y esto es todo lo que digo
Que les digo que se diga.
Señoritas, señoronas y señores:
Muchas gracias.

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